lunes, 16 de agosto de 2010

Gajes del oficio o andar en cueros


Hay un especial de la serie animada “Padre de familia” o “Family Guy”, como la prefieran llamar, en donde uno de los realizadores de la serie entrevista a varios televidentes que confiesan su rechazo al programa. Los entrevistados exponen las razones por las cuales no les gusta la serie; lo hacen frente a un hombre con una sonrisa que casi se le cae de la cara, y que los instiga para que sigan hablando todo lo mal que quieran de la serie. Comento este punto porque hace unos días el portal venezolano Prodavinci publicó mi texto “Yo soy feliz, pregúnteme cómo”, y las reacciones frente al mismo han sido: algunas airadas; otras de rechazo, de un rotundo “no me gusta y punto”; y otras más de lectores que manejan las nociones de sarcasmo, morbo, ironía y ficción. Un señor dejó un comentario en el que decía que, con todo respeto y con toda buena fe, le parecía antipática e intolerante la autora del texto. Al leer el comentario no pude evitar poner la cara del hombre de “Padre de familia”.

Un escritor es un sujeto que se expone, hasta podría decirse que el escritor tiene sus dosis de exhibicionismo impúdico. Nuestros cueros son las páginas que escribimos y mostramos. Algunas de esas pieles o tatuajes gustan; otros no; es la ley irreversible del “me gusta”, “no me gusta”.

Recuerdo cómo se me ocurrió la nota “Yo soy feliz, pregúnteme cómo”. Iba caminando por una calle poco transitada y vi venir a una muchacha con una blusa de mangas largas y rayas horizontales. Ella venía en sentido contrario y la calle le quedaba cuesta arriba. Se notaba cansada, tal vez sudaba un poco. Al tenerla muy cerca noté que era fea, que llevaba consigo una sonrisa un poco idiota y una chapa sobre la blusa. La chapa decía que ella había adelgazado, que le preguntaran cómo… Sí, está bien, yo estoy jodida de la cabeza, tengo cizaña en los ojos, descompongo y adultero la realidad que se me atraviesa. Sí, está bien, soy un ser antipático. El hecho es que no pude dejar de pensar y decir para mis adentros, después de examinarla rápidamente: “no, mija, tú nunca has adelgazado, tú siempre has tenido ese pobre cuerpo seco y sin curvas”. ¿Ven cómo el señor comentarista tiene razón? En lo que no tiene razón es en el asunto del sentido literal del texto. Si algo me gusta combatir es el sentido literal del mundo. Ojalá tuviera yo la riqueza y potencia de un Faulkner o de un Onetti para inventar otras ciudades, otras islas, las mías propias, para poder sacar un personaje de otro personaje, y de otro, y de otro, y de otro, como si se tratase de una muñeca rusa. Pero tengo que adecuarme a mis limitaciones.

En mi mundo literal escucho a un milico que habla y expele ácido cuando habla y se vomita hablando y se caga encima mientras habla y duerme hablando y aturde el sueño de todos los que intentamos dormir. En mi mundo literal hay un cementerio que veo desde una de las ventanas del apartamento. Es un cementerio plano donde puedo percibir parte de los rituales fúnebres. Y aunque el camposanto queda lejos, tengo buena vista y puedo distinguir el movimiento de los dolientes caminando. Los veo como sombras oscuras, borrosas. Esa visión constante de muertes ajenas me hace pensar en la mía propia y en la de los míos. En mi mundo literal hubiera escrito que la muchacha fea que pasó esa mañana por mi lado llevaba una chapa que decía “Yo adelgacé, pregúnteme cómo”, pero no: me caen mal los mundos literales; prefiero reconstruirlos, reinventarlos o, simplemente, inventarlos. Así que esa mañana seguí caminando, y pensaba y maquinaba qué hacer con ese personaje que se me atravesó, y decidí cambiarle la chapa, y la imaginé intentando venderme la felicidad. Ella, con su cara de cuarentena sexual, con su soledad obligada, con su cuerpo plano, asexuado. Ella, una muchacha que seguramente se masturba y llora porque el hombre o la mujer que desea no le da bola. Entonces me senté en un parque cercano, en el mismo parque donde una tarde oscura y fría me hice creer que había visto a la Cosette de Los Miserables caminando bajo unos sauces llorones. Esa tarde de la visión inventada, echada en la grama, me convencí de que también podría apostar a ser escritora, porque si imaginaba ver caminando por ahí personajes literarios debía hacerme escritora, porque la otra opción era hacerme loca, y esta última posibilidad no me apetecía mucho. Entonces preferí creer que quienes inventan personajes e historias, que muy bien pueden ser locos, también pueden ser escritores. Insisto, en ese mismo parque, que tiene nombre de héroe patrio, pero cuya literalidad no me interesa destacar, me senté para tomar notas y para obligarme a escribir después algo con esa mujer. Y dentro de las notas escribí “Yo soy feliz, pregúnteme cómo”, y continúe caminando y llevaba conmigo el cosquilleo que me suele dar cuando tengo una historia entre las manos. Más que un cosquilleo es una sensación de aceleramiento, de un extraño vértigo que me gusta. Ese vértigo, ese aceleramiento, me permiten nombrar la realidad desde la invención. Y eso me hace feliz o infeliz de a ratos, sólo de a ratos, porque no creo en la felicidad constante, tampoco en el drama omnipresente.

18 comentarios:

bicefalepena dijo...

La realidad está bien... pero cuando la fabulan.
Por cierto... ¿cómo eres feliz?

Carolina dijo...

...una crónica periodística. Los que eran muy buenos en estos menesteres eran Roberto Arlt y Tomás Eloy Martínez. Ellos lograron combinar de muy buena manera la crónica con la ficción.
En cuanto a la última pregunta, es demasiado filosófica para alguien que aún no ha tomado café a esta hora. :)
Saludos.

mario skan dijo...

Un amigo se hubiera calentado con la chica de la blusa a rayas, es del tipo de gente que enloquece por las mujeres raras, y esa que alimentó tu post para la revista tiene esas características.
Una vez escribí un comentario en uno de tus post y un comentarista dijo que era lamentable mi opinión, sectaria o moralista, no recuerdo bien.
Puig vivía amargado por las críticas negativas a su segunda novela ( the Buenos Aires affair ), pero la discusión que generó tu artículo está dividada, hay copados y otros que entendieron un tiro hacia atrás.
A mi me gustó, sobre todo el arsenal de productos ja
saludos

Carolina dijo...

Mario: siempre me ha llamado la atención no el gusto por la gente o cosas raras; sino los personajes que tienen estos gustos. Cuéntame más de tu amigo, así sea en privado para no exponerlo. Alguna vez conocí a alguien que enloquecía por los ombligos sobresalidos...

Hace unos meses me enteré de que Onetti fue jurado en un concurso donde participó Puig y lo descalificó por considerarlo un escritor de chismes y cosas así. Me imagino que en algún momento Puig se acostumbró a las críticas que lo rechazaban, de lo contrario le hubiera dado una úlcera estomacal, mínimo.

En cuanto a tu comentario, sí recuerdo que alguien te dejó algunas perlas. Es raro cuando tú tienes una visión completamente distinta de lo que dicen otros que tú tienes, no sé. Pues nada, a eso le llaman la lectura de los otros.

Ahora, lo que a mí me sorprendió un poco no fue la división de posturas frente al texto; sino la impresión de algunos que lo leyeron literalmente. ¿Te imaginas lo que hubiera pasado si se me hubiese ocurrido golpear a la vendedora?...

Hace años el poder judicial solicitó al escritor Salvador Garmendia dar explicaciones por unas groserías presentes en su cuento "El inquieto anacobero". Y bueno, el mismo Onetti, ya que lo nombré, fue encerrado por haber seleccionado como ganador un cuento en el que se hablaba de un torturador...
Gajes del oficio, querido.

Lluís Salvador dijo...

Querida Carolina:
Explícate cuanto quieras, pero jamás te justifiques, delante de nadie. La literatura no está hecha de justificaciones. La literatura está hecha para que los autores se venguen de la realidad.
Y a aquel tipo que, en grande confusión y desconcierto, dijo que la autora le parecía antipática (no que el relato le pareciera antipático), es evidentemente carne de psicopático, ya que no discierne entre ficción escrita y persona real. O de psicopático o de personaje literario. En cierta época, en la revista de humor española "La Codorniz" existió una sección que se llamaba La Cárcel de Papel. Pues bien, yo lo condeno (como hacían en aquella época) a pasar siete días y una hora encerrado en la cárcel de un relato, a ver si así aclara ideas.
Y es cierto que el autor se desnuda. Pero precismente por eso no debe pedir disculpas.
Un saludo!

Edu dijo...

Tu relato es muy bueno, me hizo reír, y yo dije, "esa chama (la del relato) es una rata". El que crea que un cuento o una novela está hablando el escritor está muy equivocado. En una novela, en un cuento, en un poema siempre habla un personaje. El escritor es el artífice de que el personaje nazca y crezca y se desarrolle según la evolución del personaje y no lo que crea el escritor. Yo también parto de hacer ficción a partir de la realidad, y por eso opino igual que Lluís: un escritor no debe disculparse ni justificarse. Un personaje parte de la realidad, ese es el punto, y los que crean que uno escrbe es literal es porque no saben nada de literatura. ¿Que eres loca? Todos los escritores lo son. Un amigo en cierta ocasión me dijo que yo era un loco literario, y que un loco literario es peor que un loquito de los que andan por ahí, porque siempre transforman la realidad y juegan con las palabras. Saludos.

Carolina dijo...

Hola, Lluís, tienes buena dosis de razón, tal vez las reflexiones que hice suenan a justificación. Lo que escribí era algo así como pensar en voz alta. Me tomo a joda lo de ser antipática; te juro que me reía cuando el señor Arturo decía que la autora le cayó antipática. Ahora me río más cuando le llamas psicopático.
Edu, la verdad es que la mujer que cuenta la anécdota de la vendedora es una "ratica", y este tipo de personajes me gusta. En cuanto a tu argumentación, y la de Lluís, la entiendo y comparto, es sólo que no estoy acostumbrada a un lector que no sabe diferenciar entre ficción y realidad. Y me sorprendió y me movió a la risa las acusaciones directas a la autora. Y bueno, de todo hay en la granja del señor.
Je, saludos y buena onda para todos.
P.d. Edu, ¿tú estudiaste en la Ula?

Edu dijo...

Carolina: sí, yo estudié (o estudio, pues ando indeciso si retirarme o seguir, aunque creo que retomaré las clases este semestre) y de vez en cuando escribo. De hecho te dejaré la dirección de mi blog para que lo visites. No son escritos muy brillantes, pero por ahí se empieza.

http://poesaliteraturayalgoms.blogspot.com/

Saludos.

RebecaTz dijo...

Dejé un comentario allá pero lo copio acá:

Nunca se me ocurriría relacionar al escritor con el texto como si se tratara de un registro plenamente autobiográfico.
A mí me parece que este relato se sustenta en una realidad cuyo reflejo paródico se expone en forma admirable: una sociedad compleja en la que la comunicación se enrarece porque cada quien tiene sus propias preocupaciones y formas de solucionarlas. El detalle final del hisopo que le da un estupendo toque ci fi reconcilia de algún modo a los personajes. Quizá uno tiene lo que otro necesita, pero en un mundo tan complejo y cargado de comportamientos neuróticos, los acercamientos resultan difíciles, como tan bien se expone aquí.
Me encantó.


Carolina, ser escritor debe ser muy difícil, pero el comentario tan tonto de una persona que no logra disociar el texto del autor nunca debe ser tomado en cuenta; la verdad es que me dio tanta risa como a ti y agradezco el nuevo escrito que surgió de todo esto, porque me acabas de enseñar un poco sobre tus caminos de inspiración.

Lluís Salvador dijo...

Hola:
Para nada quería sonar a reproche. A rotundo, sí (es un defecto de los que tengo). Pero es que bien sé que esto de escribir es algo que te pone en posición vulnerable (como dices, se trata, en cierta manera, de desnudarse ante los demás), y que genera continuas dudas; pero lo que hay que tener claro es que las dudas que puedan surgir son cosa del autor. Y que una vez ha llegado a una conclusión respecto a ellas, cualquiera podrá piar, ladrar, maullar o, incluso, hablar, pero es algo que no puede o no tiene porqué ser cambiado, salvo por el propio escritor después de un nuevo proceso mental y creativo, etc.
Y sí me sorprendió (aunque ya debería estar curado de espantos) esa manía destructiva que tiene la gente, por lo común sin razonarla (porque a uno le puede gustar o no algo, pero también debería saber por qué, y decirlo), y la falta de amabilidad. Ay, Vonnegut, Vonnegut... Toda su vida se pasó diciendo que estamos en esta existencia durante tan breve plazo que a lo máximo que deberíamos aspirar es a ser un poco amables con los demás... y a ser recordados así.
Es un camino duro el del escritor. Oficio bizarro, como dice Stephen King. Y al parecer uno de los gajes es aguantar impertinencias y gracietas... Bueno, pues los que escriben seguirán echándole valor para aguantar incluso eso.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Hace tiempo no venía por tu blog, pero aquí estoy, una vez más, disfrutando de tu entrada controversial y realista. Me uno a Lluis Salvador en tu defensa, pero bien sé que no la necesitas, eres una mujer singular. Solo hay que ver cómo recoges ideas por la calle y vas llenando tu cartera para luego transformarlas en cuentos. Eres una ESCRITORA. Somos más los que levantamos la mano por ti y tú lo sabes.
Te sigo desde mi Habana calurosa
AD.

Carolina dijo...

Andromeda, Adela y Lluís Salvador:
Gracias, queridos, por tomarse el tiempo para leer, comentar, participar, cuestionar, dar espaldarazos, halar las orejas, aplaudir, criticar, y el largo etcétera de todo lo que se puede hacer con la lectura y la escritura. Pero, sobre todo, gracias por el afecto que siento tan cercano a pesar de las distancias reales. Ustedes son muy lindos, y me alegra mucho tenerlos en mis tejados.
:) :) :)

Gabriel Payares dijo...

Pues a mí me parece que la autora de esta entrada es intolerante, antipática y pezgetariana.
abrazos desde el sur
shás!

Carolina dijo...

¡Chazás!

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

Menú de la semana:

http://directorioblogscr.blogspot.com/2010/09/recomendaciones-de-blogs-11.html

Saludos

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

Me acabo de dar cuenta de que ya lo había recomendado, y eso que me fijé de nuevo. Pero no importa. Así repasan, jeje.

Saludos

Anónimo dijo...

Leí a la inversa o reversa ¿? tu relato. Primero, “Gajes del oficio o andar en cueros” y luego, “Soy feliz, pregúntenme cómo” y me doy cuenta (es lo que percibo) que los 23 comentarios obedecen a dos cosas. Una, que en “Soy feliz, pregúntenme cómo” no hubo ficción. Retrataste fielmente la realidad. Por eso, a ciertas personas les chocó el texto. Sobre todo, en la actualidad en la que la mayoría de la gente debe matar tigritos vendiendo cualquier cosa. Si no hubiese aparecido tu nombre, yo juraría que no lo escribió Carolina Lozada. En cambio, en “Gajes del oficio o andar en cueros” esa si es la voz de la Carolina Lozada, que yo he leído.
Otra cosa, 23 comentarios: 2+3=5= -Carolina Lozada, 17 comentarios aquí=8= plenitud= + Carolina Lozada

Germán Hernández dijo...

Creo que la anécdota es muy sugerente y coincido con Luis, el escritor no se justifica nunca, así como tampoco pide permiso...

Y ni modo, a lo que escribimos le pueden ocurrir tres cosas:

Que sea leído, y le guste a alguien ó,

Que sea leído, y no le guste... y

Que no sea leído y caiga en la indiferencia...

Esta última sí es terrible!!!!


Saludos!!!!