sábado, 15 de agosto de 2009

Ana Paula

Aunque tenga un nombre cristiano y de niña bien, Ana Paula es un maldito demonio. Tal vez el origen de su maldad radique en los nueve meses y 32 minutos que estuvo en el vientre antes de nacer. Estaba atorada, casi ahorcada en el cordón umbilical. El médico se las vio negras para traerla al mundo. Tuvo que valerse de un forceps para terminar de sacarla del maltratado útero de la madre. Ana Paula nació fea y mojada, como todos los niños. No lloró, tampoco gritó, ni siquiera con el par de nalgadas que le dieron las enfermeras asistentes en el parto. Abrió los ojos, eso sí. Lo hizo casi al instante del nacimiento. La enfermera más supersticiosa contaría después, en su casa, que esa niña la miró con malos ojos. El marido no la escucharía, estaba desempleado y pasaba todo el día en casa viendo pornografía y haciéndose pajas, tenía la cabeza ofuscada de ver mujeres deseables, y la sola presencia de su esposa, gorda, sin atractivos, le provocaba una depresión que lo llevaba casi a la más completa inoperancia sexual.

La madre de la recién nacida no quedó bien después del parto. Una pálida debilidad se apoderó de su rostro y de su cuerpo. Había que alimentarla y atenderla hasta en sus necesidades básicas. Pocas veces le ponían la niña en el regazo, cuando esto ocurría la pequeña la miraba con sus grandes y oscuros ojos, como si la quisiera hundir en el abismo de su mirada. La sirvienta más supersticiosa de la casa diría a su novia, otra sirvienta de una familia vecina, que esa muchachita miraba a su madre con maldad. A la novia se le paraban los pelos y le pedía que no dijera esas cosas.

El médico que atendió el parto no corrió con mejor suerte. Ese mismo día, después del difícil alumbramiento, llegó a casa y encontró a su mujer con su mejor amigo. Su primera reacción fue querer matar a ambos, pero sólo mató a la mujer, con un bisturí. A su mejor amigo no le pudo hacer nada, lo quería demasiado. Ya llevaba siete años viviendo con ellos, y era un muy buen ejemplar de gran danés.

Una noche, Esteban, el padre de Ana Paula, sorprendió a su mujer parada frente a la cuna de su hija. Se desesperó al ver que con una almohada trataba de ahogar a la pequeña. Esteban la alejó y tiró al piso. Poco tiempo después la mujer fue internada en un hospital psiquiátrico. Para esos días ya Ana Paula comenzaría a sonreír, alguien muy supersticioso diría que su sonrisa tenía algo oscuro y hermoso.

Ilustración: Kees Van Dongen



6 comentarios:

BLUEKITTY dijo...

Me suena a que nadie le va a dar una oportunidad a esos ojos... es más fácil creer en supersticiones que acercarse y mirar bien adentro.

Linda y extraña historia.

saludos

Germán Hernández dijo...

Ese estilo directo, sin artificios, y la brutalidad con que se describen los hechos, exige según mi opinión de mayor economía...

Es un cuento muy breve... por eso la eficacia depende también de la fluidez con que desemboca hacia el final...

si se omitiera toda la referencia al médito etc... se lograría ese efecto concéntrico entre el inicio y el final de la narración...

repasemos al viejo Chejov...

Saludos

Germán

Anónimo dijo...

Para mí, el relato es bastante breve, entonces no sentí la necesidad de mayor economía. Me gusta su carácter irónico y terrible, como esos ojos. El episodio del perro me encanta (no vayan a volver aquellos a hacer de este post una apología de la zoofilia), es muy lúdico y dicho sin más.

Saludos.

mario skan dijo...

Es una niña que despierta malos instintos, deja una estela dark a su paso. Tal vez la canción yo vendo unos ojos... la escribió su madre.
Me gustó esa atmósfera de cosa siniestra , terrible, que hace que las personas enseñen su lado más débil y amoral.
saludos

RebecaTz dijo...

Ay, Carolina, me has hecho pensar en el Anticristo...
También me gustó esa forma tan directa y descarnada de narrar los hechos; cada una de las situaciones se entrelazan para redondear el asunto.
Muy bueno.

Carolina dijo...

Muchacha Kitty:
Esos ojos van a seguir mirando por ahí, te lo aseguro.
Germán:
Si economizo más me quedo sin cuento, ya éste es de por sí precario. Sí, hay que leer a Chéjov, y a Andrés Bello también...
Asterión:
El encantador, venezolano, de perros no se ha pasado por aquí, qué raro ¿verdad?
Mariano:
Desde hace rato quería escribir sobre un personaje tierno y oscuro. Espero seguir viendo crecer a Ana Paula. Ahora le estoy buscando padrinos, ¿te animas?
Ay, Andromeda:
¿Se escucha mi carcajada macabra en México? Por cierto, ¿hay noticias postales en la Av. Popocatépetl? :)
Saludos de Ana Paula.