miércoles, 17 de marzo de 2010

Diario de un loco

Hace poco más de un año que me aislé. No fue una decisión difícil, siempre he sido huraño, un amargado que no soporta el movimiento gracioso de los poodles. A mis amigos los abandoné poco a poco. No me costó mucho. Me eran insoportables. Sobre todo cuando me invitaban a beber y no paraban de hacerlo, tampoco de hablar de sí mismos, de sus repetidos fracasos. Son la hostia. Uno de ellos tenía mal aliento y los dientes amarillos y rotos de tanto fumar. Hablaba cansado y ponía cara de filósofo con cigarrillo, decía que éramos el pueblo elegido para un proceso de renovación político-espiritual. A ese pobre diablo lo mató el cáncer, o el Marlboro o el Camel, o qué sé yo, no se me ocurrió ir a su entierro para preguntar. Su mujer me llamó para decirme que me extrañaron en el velorio y que en vez de oraciones cristianas leyeron parte del Manifiesto Marxista, tal como él lo había expresado en su último deseo. Pobres diablos: Marx a pleno sol. A la mujer le dije que no estaba de humor para sandeces y le colgué el teléfono. Santo remedio, nunca más supe de ella.

De otros antiguos amigos me fue más difícil deshacerme, no porque los apreciara sino por su insistencia. Uno de ellos, a quien yo llamaba para mis adentros Calimero, transcurría sus días viviendo de glorias pasadas y lamentando el presente. Estaba enamorado de un hombre mayor, a quien llamaba maestro, y siempre acudía a mí para desahogar las penas que el maestro le provocaba. Me contaba que su caprichoso amante lo usaba sexualmente y luego lo vejaba como a una cosa. Sé que en el mundo existen aberraciones pero nunca entendí la suya. El maestro es un viejo como de cien años, lleno de pecas y pelos hasta en los ojos. Huele mal, a orines propiamente, no para de auscultarse la nariz y padece de incontinencia verbal. Según Calimero, su maestro lee y habla en muchos idiomas, sin embargo yo sólo lo he escuchado hablar en un castellano muy pobre. El maestro es quien le escribe los discursos al Intendente de la ciudad, y gracias a su oficio puede viajar por el mundo. Durante estos viajes se da a la tarea de visitar tiendas de juguetes eróticos, que luego pone a prueba en el laxo cuerpo de Calimero.

La última historia que le aguanté a Calimero fue la del tatuaje. Desesperado de amor y atormentado por la posible existencia de una relación amorosa entre el maestro y el Intendente, Calimero se hizo un tatuaje en el cuello con el rostro de su obsesión y abajo, a la altura de la clavícula, se escribió “Te amo”, en finlandés. Para su desgracia, debido a la flacidez de su papada, la cara del viejo se veía como un montón de arrugas y pelos regados por el cuello. Con esta gracia Calimero se apareció en mi apartamento. Y para darme la sorpresa vino ataviado con una bufanda, a pesar del espantoso calor que hacía. Calimero venía molesto porque antes de llegar se topó con un desconocido en la calle, que al verlo envuelto en tan desconcertante invierno lo atrajo hacia él, tomándolo a la altura del cuello y diciéndole: “mirá, coño ´e tu madre, ¿vos no tenés calor?, ¿vos no tenés calor?”

A Calimero no le molestó tanto el atentando físico como el hecho de que lo vosearan. El voseo le parece cosa de gente ordinaria, según los preceptos de Andrés Bello y su maestro. En esa disquisición lingüística (y solitaria) se estuvo más de media hora al llegar, hasta que por fin, más calmado, se quitó la bufanda para preguntarme qué me parecía su muestra de amor. No hubo de otra: lo saqué a patadas del apartamento.

Pero él volvió, lo hizo varias veces. Tal vez más adelante siga contando cómo hice para deshacerme de Calimero y de mis otros antiguos amigos. Tal vez o tal vez no, total esto es un diario. Y es el diario de un loco, no tiene porqué ser coherente. Absurdos ustedes si me piden coherencia, absurdos ustedes si leen el diario de un loco. Además, los diarios deben ser privados ¿no? Cosas de señoritas, dicen. “Querido diario, hoy me dieron mi primer beso de lengua. Estuvo bien, pero me gustan más los de Luc, mi perro”.

Ilustración: “Shoe, Hat and Eggs”, Joel-Peter Witkin

8 comentarios:

Patricia dijo...

Pues a mí me han hecho gracia los besos del perro Luc ^_^ . No está bien fisgonear los diarios de la gente, pero siempre ocurre ¿o no?

¡Un abrazo!

Gustavo Valle dijo...

Excelente iniciativa. Y me gusta mucho el tono de este loco. Un nuevo Diario del año de la peste, adaptada a nuestra pesadilla nacional.

BLUEKITTY dijo...

Realmente es el diario de un loco... de cualquier manera, me produce algo de tristeza este loco.

RebecaTz dijo...

Muy bueno y bastante existencial, Carolina. Transitamos por un universo de locos, con cada cual muy ocupado construyendo su propia paranoia...

Carolina dijo...

Patricia:
Es un morboso placer fisgonear diarios ajenos.
Gustavo:
El diario del año de la peste o la peste nacional. Por algún lado tienen que salir las pulsiones...
Bluekitty:
Todo loco tiene su gracia. De lejitos es mejor.
Andromeda:
Me divierten los paranoides. Pero de lejitos, como dije arriba.
Cariños a todos.

mario skan dijo...

Yo no sé que le pudo haber ocurrido a la Dell que son tan buenas pero con un disco de rescate y de inicio de sistema se arreglaba pero cada loco con su tema. Este muchacho loco tiene cierta persecuta, me agrada, también buscaba un pretexto para prenderse a una Olivetti ultra chata o Remington.

saludos Carolina

Carolina dijo...

Lo mismo pienso, querido Mario, pero al hombre le dio por cambiar de máquina. Por ahí dicen que ahora se la pasa mirando estas páginas, en búsqueda de compañía: http://www.unp.co.in/f44/antique-typewriters-must-see-73616/

Diario de una señorita que se aburre dijo...

Me he reído mucho con el "Diario de un loco". Se notan las lecturas de tantos años. De esta frase: “mirá, coño ´e tu madre, ¿vos no tenés calor?, ¿vos no tenés calor?”, supe hace poco, qué casualidad. Déjame recordar quién me la estaba comentando, y te digo.

Cariños,
Delia