jueves, 22 de enero de 2009

Condorito


Hace unos días fue publicada en Yahoo en español una encuesta en la que preguntaban sobre nuestros personajes favoritos del cómic. Entre las opciones estaban Mafalda y Condorito. Sin pensarlo mucho y empujada por una fuerza sentimental corrí a votar por Condorito, el pajarraco chileno creado por Pepo. Una vez que hube votado, vi con asombro que Condorito lideraba la encuesta sobre una ultrafamosa y mil  veces reeditada y citada Mafalda. Me alegré, juro que me alegré por el “roto” Condorito y por mis lecturas de infancia. Porque mis primeras lecturas no fueron cuentos de hadas, tampoco mis padres, ni mis abuelos, se echaban al lado de mi cama a leerme historias de princesas y castillos. No lo hicieron, pero sí nos contaban, a mis hermanos y a mí, cuentos de caminos, historias de espantos, relatos con personajes tan increíbles que parecen de ficción. Así crecí, sin muchos libros célebres, pero con mucho cuento encima. Y para contar cuentos de camino mi padre es un experto. “Vamos a echar cuentos”, nos decía. Y ésa era la única religión en casa.

Luego vinieron las historietas, éstas llegaron a casa con la puntualidad de un tío adicto a los cómics. “Kalimán”, “El Santo”, “Águila solitaria”, “Memín”, “Fuego”, y mi favorito, “Condorito”. Los ejemplares de “Fuego” y “Águila Solitaria” ya no salían, pero mi tío los coleccionaba. Y como yo era una buena niña, me los prestaba. Entre mis lecturas recuerdo cómo me quedaba esperando que en la próxima entrega de “El santo” el enmascarado de plata se quitara la máscara. Y esto, obviamente, nunca llegó a ocurrir.

También llegué a leer historietas que podrían catalogarse como pornografía popular, llamadas “Lolita”. Claro, a éstas tuve acceso cuando estaba un poquito más grande. Y las leía escondida, en el baño,  luego de que descubrí el arsenal entre los archivos secretos de mi tío. Recuerdo que cuando me confesé para mi primera comunión, le conté (con mucha vergüenza) al sacerdote sobre mis lecturas prohibidas. Asombrosamente, el sacerdote no tomó mucho en cuenta mis hábitos “literarios”, pero sí me amonestó porque admití que frecuentaba poco la iglesia. Varios años después me enteré de que este sacerdote era adicto a la pornografía, lo supe por una amiga que trabajaba en una tienda de videos y me contaba que el representante de dios en mi municipio  paraba su camioneta afuera de la tienda y mandaba a uno de sus monaguillos a alquilar las películas pornográficas, en el formato betamax de la época.

Pero volviendo a “Condorito”, debo confesar públicamente, y sin vergüenza, que fue una de mis primeras lecturas y que tengo algunas cuantas historietas guardadas en los archivos de la nostalgia en mi casa materna. Cuando visito la casa de mi madre y mi primita Anthonela, que curiosamente hoy cumple once años, me pide prestado un “Condorito”, se lo presto con el mismo celo con que me lo prestaba mi tío. Y con las mismas condiciones, hablándole de “usted”, porque un andino nunca tutearía a su familia: “Se lo presto, pero me lo cuida, porque si me lo daña,  no le presto ningún otro”.

Hubo una época en que viví una temporada en Santiago de Chile, y al poco tiempo de estar en la ciudad le pregunté a mi amigo Daniel Quiroga por la escultura que le habían hecho al pajarraco en algún lugar de la ciudad. Daniel, que era un señor muy culto, amante de la música clásica y encargado de hacer las reseñas musicales sobre los conciertos en el Teatro Municipal de Santiago para el Diario El Mercurio, me dijo: “Ah, el roto Condorito”. En ese momento supe que en Chile “roto” es el término empleado para referirse a los seres de la periferia.

Y fui hasta la comuna de San Miguel (lugar de origen de la banda “Los prisioneros”),  ahí se encontraba la escultura de Condorito. La escultura no es más que una obra hecha de concreto y yeso, o algún otro material barato. Está ubicada en una placita escondida. Y qué otra cosa se podría esperar de este vago periférico y polifacético.

Junto al personaje de mi infancia me tomé una fotografía que algún amigo malsano publicó en la prensa de Mérida, junto a uno de mis cuentos. Esa foto me hubiese encantado ponerla junto a este post, pero la perdí en un asalto en el que me despojaron de mi bolso, dentro del cual llevaba un diario con una carta de amor de un antiguo novio y mi foto junto a Condorito. En mi bolso llevaba otras cosas, como dinero, mi cédula de identidad, algún libro, mis lentes de lectura, mis lentes de sol; pero ninguna cosa me dolió tanto perder  como el diario, la carta y la foto.   

En la casa de Asterión sugerí escribir una carta a los señores carteros para que no se queden con libros de otros destinarios, aquí en mi casa propongo escribir una carta a los señores ladrones para que se roben todo menos nuestros pedazos de nostalgia.

42 comentarios:

fantasmika dijo...

Ouu!

Anónimo dijo...

Hace poco, comentaba en 500 Ejemplares cómo en Costa Rica no se desarrolló mucho la cultura del comic, al menos después de los 50, creo (o estoy inventando, no importa); pero hubo una época, allá por los 80, en que se popularizaron, entre otras, "Memín", "Águila Solitaria" y "Kalimán", de las que fui asiduo y lastimosamente nunca supe cómo terminaron, o si terminaron del todo, porque creo fueron descontinuadas. Entonces, aprovehco y hago la petición para que alguien me cuente sus finales.

Pues bien, por esa época también fue popular "Condorito", pero no para mí, y aquí lastimosamente difiero con vos, pues sinceramente nunca me hizo gracia el pájaro ese.

Ahora, comparto plenamente esa petición que hacés para que no nos arrebaten la nostalgia. Y para seguir haciendo relaciones de blogs y otras cosas, te cuento que mi amigo, Crístofer, el mismo del que hice un post hace unos días, hace varios años sufrió la pérdida de todos sus primeros dibujos a manos de ladornes que entraron a su casa, y estos son los momentos en que me duele más a mí que a él esta pérdida. De uno de esos dibujos se conserva una "madonna", que podés ver en el blog.

Saludos.

Anónimo dijo...

¡Plop! Confieso que no invertí en Condorito ni un centavo, pero que "El Santo" se llevó mis monedas. A los otros los leía en la tienda, cada semana el martes.

Nuestra Carolina es una santa, Gustavo. "Lolita" no valía la confesión. El cura le absolvió penitencias no por libidinoso, sino por connoisseur. Si la arrepentida y soplona hubiera mencionado a "Lucifera" o "Sukia", apuesto que todavía estarían sus dedos en la cuenta de la "Salve".

Yo a la verdad no entiendo que tienen Uds. contra ladrones con cierto bagaje cultural. ¿Acaso no hojearon las aventuras de "Fantomas" (homenaje a nuestro LMV)? Un ladrón que sustrae "un diario con una carta de amor de un antiguo novio y mi foto junto a Condorito", además de "algún libro, mis lentes de lectura, mis lentes de sol" merece un juicio más sopesado, de pros y contras intelectuales estilo Raffles, aunque sin atemperar nuestro resentimiento.

Aquí debo referir que dichas historias inspiraron las no contadas proezas del Fantomas literario, Luis Moreno Villamediana, impasible y nunca capturado birlador de librerías, quien espero que en sus memorias nos dejará relación de sus seguros métodos y de sus más voluminosos logros.

¡Puf!

Víctor

Luis Moreno Villamediana dijo...

Lo admito: yo hubiera votado por Mafalda sin pensarlo. Mi amor por ella y sus amigos todavía dura, sin los remordimientos que movieron a Carolina a aquella innecesaria confesión. Condorito me llegó todavía niño, es verdad, pero de un modo casi clandestino; era en esos días un gusto culpable, no era conveniente declarar públicamente que lo disfrutaba, dado que los peores fulanos de mi salón eran fanáticos del susodicho pajarraco. El pobre “roto” se contaminaba del malevaje de aquellos sujetos. Después de aquella época no me interesó mucho.

Tiene razón Víctor, hay que analizar con aplomo la conducta de aquel ladrón de diarios, cartas y fotos. En ese tiempo en que leía las aventuras de Condorito vivía en la Isla de Margarita, donde sólo se veía Venezolana de Televisión. Eran los años 70, y allí pasaban, entre otras series inglesas, “Raffles”. Por eso llegué a admirar más tarde las incursiones de mi querido V. Azuaje en cierta librería de Maracaibo. Su memoria lo traiciona y me achaca crímenes que por cobarde no llegué a ejecutar. Sí me encargué de cambiarles los precios a varios libros, como él bien sabe: el dueño del negocio creía que con el aumento de precios crecía también qué sé yo qué prestigio. Un pillo, pues… Pero cuando el anfitrión de “Ramossucreana” y “La excepción de la regla” se decida a escribir su autobiografía, tendrá que detallar cómo preparaba cierta pieza de ropa interior y cierto pantalón de forma tal que no se notara cuando atravesaba la puerta de salida con algún libro; recuerdo haberlo acompañado alguna vez a esa librería con una amiga común y haberlo visto sacar, ya afuera, la traducción que hiciera Cardenal de los poemas de Catulo. Buen gusto sí que tiene, además de destreza. Ahora que la anécdota ha visto la luz pública, esperemos que no se ponga tímido y que nos cuente cómo se puso a estudiar el movimiento de cámaras en esa misma librería, una vez instaladas. Al Fantomas de Cabimas, ahora en Filadelfia, ¡mis respetos! ¡Cataplúm! (A ver, Víctor, ahí te dejo ese melón.)

Anónimo dijo...

Bueno, Carolina, parece que hoy te ha tocado y ya hay por aquí revoltosos queriendo hacer de las suyas; de todos modos, tanto Víctor como Luis ya han confesado ser amigos en el malevaje.

Y como de confesiones se trata, aquí debo hacer la mía, o más bien, un acertijo: ¿cómo le hice para salir de una librería con el "Diccionario de Etimologías", de Corominas, completo, entre las medias?

Ni Fantomas.

Saludos.

Anónimo dijo...

Lo de Mafalda es icónico, no admite discusión. Voto con Luis por ella.

Luis me atribuye memorias, destrezas, cálculo y presencia de ánimo de que carezco. Pero su descripción de procedimientos y su ubicación en la escena (yo en Cabimas, él en Maracaibo), señala al verdadero Raffles o Fantomas literario.

¡Mi humilde admiración vaya hacia él!

Anónimo dijo...

Luis, eres un aficionado. Retiro mi admiración. Gustavo es mi nuevo héroe. Corominas entre las medias, la presentación de tus métodos palidece ante el ilusionista de San José. ¡Honra al nuevo héroe!
Y ahora yo pregunto a nuestros timadores: ¿cuál es la obsesión con ropa interior? ¿son la única opción? ¿y qué acerca de la higiene?
Y además: ¿formará parte el cuatrero de esta pandilla, y en vez de vacas desplaza libros?

Luis Moreno Villamediana dijo...

Acato a Víctor en su petición: ¡Gustavo, te honro! Ese acto de vandalismo benévolo y culto se encargará de poner tu nombre junto al de mi amnésico amigo, o tal vez más arriba. Hago votos porque la respuesta al acertijo no sea: “salí de la librería con una versión DIGITAL del Diccionario de Corominas”; me decepcionaría enterarme de que entre las medias llevabas un pen drive.

Víctor, para que nuestro mutuo afecto y admiración no mengüen, digamos que la de la destreza, cálculo y presencia de ánimo era nuestra amiga F. Ya pedimos para ciertos ladrones un juicio sopesado, creo que los calumniadores merecen igual indulgencia. Todo sea por la amistad, hermano. Lo de la higiene, entonces, tendrían que explicarlo los involucrados.

Y para que Carolina no se moleste con las digresiones, debo decir que Condorito no se ve mal con la barbita que se deja en momentos de tertulia intelectual.

Anónimo dijo...

Aclaro Gustavo yo no he participado "en el malevaje": lo mío humilde admiración ante sus proezas, las de Luis y las tuyas. Envidia casi. Luis de bromista se ha empeñado en incluirme, pero yo realmente no calzo esas botas -y para ser más preciso, ni esas medias ni interiores.

Espero, como Luis, que el acertijo no se resuelva con un CD o pen drive -nótese que Luis ha derivado rápido de interiores a pen.

Aclaren lo de la higiene, por favor, para que yo decida qué debo hacer en caso de que alguno de Uds. me envíe libros y estos por ventura lleguen, especialmente si dejan enviarlos a crédito.

En cualquier caso, y ya que me encuentro ante sus barrabasadas, yo me lavo las manos.

RebecaTz dijo...

A mí me encantaba "Condorito". También me gustaban "Kalimán" y "Memín", pero mucho menos.
De "Mafalda" tengo recopilaciones, y no me perdía "La familia burrón", aunque quizá esa serie sólo se publicó en México...

¡Un saludo!

Carolina dijo...

Pillaje, puro pillaje. Estaba calladita, leyendo sus confesiones. Y me decía: espera, espera, no digas nada, deja que estos pillos, cuatreros de librerías, sigan contando sus métodos. Víctor, Gustavo y Luis; los tres parecen una banda de muchachos que juguetean todo el día, de esos que no les gustan bañarse y que huelen a sudor preadolescente (ese olor característico, cítrico, como a ácido de batería). Muchachos que se empujan, se molestan, se patean, se ponen apodos. Tres ociosos que se divierten en las librerías. Cada uno pretendiendo ser el más osado de todos en la adquisición ilícita de libros ajenos. Una pandilla de zagaletones, muérganos que agarraron a mi pobre pajarraco a pedradas, con una china (honda o cauchera). Menos mal que llegó Andrómeda y lo auxilió, porque al pobre pájaro me lo tenían en el piso. Gracias, Andrómeda, a ti ya te debía par de comentarios. Espero que tus gatos estén muy bien (eso sí, aléjalos del pajarraco).
Víctor es el más instigador de la pandilla, según sus propias palabras él es un provocador de oficio, y a las pruebas me remito: “yo me pierdo una vez que he cumplido mi papel en estas reuniones: encender el candelero” (Turrialba: Casa de Asterión, 18-01-09). Gustavo es un muchacho moderado, con buen ojo crítico y un lado tierno que no puede ocultar a pesar de las bromas de los amigotes: “y estos son los momentos en que me duele más a mí que a él esta pérdida.” (Mérida: Tejados sin gatos, 22-01-09). Pero el Gustavo se me echa a perder con esas malas juntas: “¿cómo le hice para salir de una librería con el "Diccionario de Etimologías", de Corominas, completo, entre las medias? Ni Fantomas” (idem). Estoy segura que esa expresión final “Ni Fantomas”, fue celebrada por Víctor, líder de la banda. Y nuevamente a las pruebas me remito: “Gustavo es mi nuevo héroe. Corominas entre las medias, la presentación de tus métodos palidece ante el ilusionista de San José. ¡Honra al nuevo héroe!”(Mérida: Tejados sin gatos, 22-01-09).
Y Luis, ay Luis, tan serio que te veías. Ahora me sales con estas medias rotas (y hediondas a pecueca). Yo no sé a quién creer el autor de las acrobacias del hurto en las librerías de la República del Zulia, ambos compinches y paisanos se atribuyen los hechos. Cosas de adolescentes pandilleros. Insisto, no sé a quién creerle, sin embargo, Luis soltó una conchita de mango, resbalando él mismo y cayendo: Plop, plop, plop. El susodicho confiesa: “Sí me encargué de cambiarles los precios a varios libros” (Mérida: Tejados sin gatos, 22-01-09), esta confesión me despertó mi olfato Poirotiano. Les cuento (esto le va a encantar a Víctor) hace unos días estuve en una librería con el “cambiante de precios” y vimos con estupor el alto precio del libro “El castillo de los destinos cruzados” de Italo Calvino (libro ampliamente recomendado por Lluís Salvador, el lector errante). Bien, debido a su elevado precio no lo compramos. Pocos días después entramos a otra librería, y Luis, ay Luis, se me acercó con el mismo libro y me dijo: “mira qué barato está”. Ahora, como ustedes imaginarán, los destinos retorcidos se encuentran en poder del “cambiante de precios”.
Después de esta larga disertación sobre las mañas libreras de esta pandillita, debo asumir mi propia defensa: Me gusta Mafalda, no tengo nada en contra de ella, pero la leí más tarde, eso es todo. En cuanto a Lolita, era lo que había, nunca encontré el verdadero escondite del porno.

Ahí se ven.
P.D. Vuelvan cuando quieran, pero serán requisados al entrar y salir de la casa. Se recomienda bañarse antes de entrar. Gracias.

Anónimo dijo...

Carolina, jaja, este recuento de nuestras andanzas blogueras está muy bueno.

Primero que todo, no pensé que desde aquí te fueras a dar cuenta de mi falta de baño, sentado en la computadora con unas gruesas medias de futbolista rotas (como las de Luis; Víctor usa chanclas rancias)); segundo, gracias por lo de tierno; tercero (y aquí entre nos), tenés toda la razón, y ese par (Luis y Víctor, no las medias) lo único que hacen es incitarme al malevaje.

Y ni modo, yo me apunto con gusto. Ahora, debo decir que no creo que le hayamos entrado a pedradas a Condorito, apenas a coscorrones.

Y ante tus nuevas medidas de seguridad, no queda más que buscar nuevos métodos para el pillaje.

Gustavo Valle dijo...

!Pillajes de librerías!
Haces bien, Carolina, en poner orden en este zafarrancho, repartir pescozones a quienes lo merezcan, pero también debo decir que, en desagravio a lo ocurrido, y para evitar mayores escarnios, en el día de ayer llegaron a mi puerta dos libros de Luis Moreno Vilamediana, anunciados hace meses, uno de su autoría, otro no, y que agradezco desde acá y públicamente, aunque también habría que ver (investigar, diría yo) de qué forma y manera se hizo del segundo, o bajo qué estrategia consiguió un envío "por avión" sin pago de los debidos aranceles, y no lo digo como reproche ni cosa parecida, sino como honor a un recuerdo, pues hace varios años yo utilicé el mismo servicio para fines ilícitos que no hace falta confesar acá, por ahora, y también debo decir que igual que el resto de los comentaristas cambié precios, no sólo de libros, sino también de quesos franceses, los de cabra con hierbitas, por cierto, y que, entre robar caramelos o botellas de whisky o libros, yo me quedo con las botellas de whisky, si tuviese el coraje, pues luego ocurren celebraciones, fiestas, saraos clandestinos donde uno va y le adulteran la bebida y eso, señores, señoras, produce horribles jaquecas, y entonces uno cae al día siguiente, plop, en cama un buen rato, completamente roto, pero en fin, también digo que por acá, cerca de mi barrio, hay una plaza Mafalda que el mismo Quino inauguró hace unos años, y que, cuando alguno de ustedes decida venir al sur, de visita, por laburo, por forajido, o por lo que sea, con gusto un cuatrero le servirá de guía.
Ah, se alquilan calcetines para los caballeros.
Las damas, gratis.

Luis Moreno Villamediana dijo...

Para despejar las dudas, es necesario contar un par de historias. La primera: el libro que no es de mi autoría lo pagué con un billete de treinta dólares, un poco roto, es cierto, pero reparado con cinta adhesiva y aceptado como legítimo por el dueño de una librería local. Es cierto que me aproveché de la confusión que nos embarga desde que los bolívares de antes se volvieron los bolívares de ahora, llamados fuertes. La circulación de billetes de variados diseños y grados de descomposición hizo posible la jugada. Hubiera podido ser peor: estuve tentado a utilizar una servilleta autografiada y con muchos colores, pero iba acompañado y me dio pena, Sé que Víctor lo hubiera hecho sin mayores remordimientos, pero el no haber visto al susodicho amigo mío en más de ocho años me ha obligado a fingir un poco más en estas cosas.

Lo del envío sin pago de arancel fue aun más fácil: convencí a Carolina Lozada de que pusiera cara de mosquita muerta, cosa que hizo muy bien y sin mayor esfuerzo. La empleada postal todavía debe creer que esos paquetes destinados a Argentina y Costa Rica contienen las cartas escritas por “nuestro amigo Marco” en alguna “humilde morada” y cuyo propósito es localizar el paradero de “su buena mamá” (para seguir con la onda de la cultura popular).

Ahora, a ahorrar, para ir a visitar algún día, quizá pronto, esa plaza Mafalda. El pajarraco que se fuña.

Anónimo dijo...

Y Luis no podía dejar de mencionar moscas, asunto que es intolerable cuando habla de Carolina.

Sin embargo compañeros, ¿han notado que Carolina se queja y acusa, pero que casi siempre participa en los hechos reprensibles (de re-prensar: cambiar de etiqueta)?

Carolina dijo...

Solórzano confesó su fetiche por las medias rotas de futbolista. Puro sudor y goles en contra, seguro. Lo que aún no cuenta es su historia con Corominas. Lo de su colega, Valle, es pura postmodernidad, de cuatrero de ganado vacuno a alterador de precios de quesos franceses, con hierbitas. Atrás quedaron los tiempos del robo de ganado, atrás, en tiempos de John Ford. Ahora lo de él son productos procesados.
Gustavo (el ilusionista de San José), Víctor y Luis (los compatriotas de la República Independiente del Zulia) y ¿Gustavo, el vecino de Mafalda? Pos claro, no se piense tanto.
El conde Villamediana miente cuando dice que puse cara de mosquita muerta, sólo puse mi cara de gente decente, nomás. En cuanto a la cizañera insinuación de Víctor (el más buscado de la banda. Aparece y desaparece como Bonnie sin Clyde), debo aclarar que he estado presente en esos actos delictivos sólo a medias (a medias, es decir en parte, no en medias rotas). El Fantomas de Maracaibo es tan astuto que quita y pone precios sin ser visto por mis ojos, que dicho sea de paso, están entretenidos mirando libros, no trucos aprendidos de viejos compañeros de fechorías.
Ahora, por otro lado, ¿será que nos encontramos un día en la Plaza Mafalda y así se une un sujeto femenino a la banda? ;)

Anónimo dijo...

Someto a moción la solicitud de ingreso de Carolina. Nótese que éste sería un elemento valioso en las tareas de los otros miembros, ya que tiene la habilidad de "poner cara de gente decente" a voluntad, truco difícil sino imposible para el resto -por lo menos para Moreno Villamediana.

Luis Moreno Villamediana dijo...

No sé si votar por el ingreso de la fulana Lozada, tan experta en la mentira que nos hace creer (a nosotros, nada menos) que tiene cara de gente decente. Me da miedo esa astucia. Pero bueno, es verdad, puede resultar favorable. Ahora que lo pienso, podemos ir un día a una librería y ponerla a preguntar por el Fantomas de Cortázar (si uno la mira de cerca, ella parece de esas muchachas que todavía le perdonan todo al tal Julio), mientras uno aprovecha la distracción para meterse un libro más importante entre pantalón y camisa (como Víctor), o entre las medias (como Gustavo Asterión, que aún nos debe una explicación), o sencillamente se dedica al acto más valeroso de cambiarle el precio a un volumen (“como nuestro narrador”, como dice Cortázar), o al acto más refinado de birlarse quesos franceses o whisky escocés (como Gustavo the cuatrero).

(Insisto: que Asterión nos cuente el asunto de los calcetines alquilados y el diccionario gratis, que no se haga el loco; de lo contrario no va con nosotros pa la Plaza.)

Víctor Azuaje dijo...

Me uno a la solicitud Luis: Asterión debe explicarnos lo de las medias y Corominas. Y que no nos diga que el asunto apesta.

Unknown dijo...

En defensa al género y a los derechos humanos en general, reclamo justicia en el mundo. Es decir, la inclusión de Carolina en el aquelarre que se dará lugar en Mafalda, la plaza. Alguien debe ponerle coto a este grupo de Fantomas y buscapleitos. Por cierto, confieso que he vivido en los años de esplendor previos a códigos de barras... también le cambiaba los precios a los tomos de la Europa.

Víctor Azuaje dijo...

Compañeros (¿o ya debo decir compinches o secuaces?),

Adviertan que Natasha es una neófita: piensa que los códigos de barra son un impedimento en estos menesteres.

Y ahora que lo pienso, que Gustavo el cuatrero nos diga dónde escondía el queso y el whiskey. Y que no nos salga que en las medias, y menos aún que se lo comía o tomaba.

Gustavo Valle dijo...

Carolina, has dado en el clavo, los cuatreros de hoy en día sustraen churrascos empacados, lomo relleno y leche en tetrabrik. ¡Las vacas al matadero!
Y por cierto, hay lugar para todos en la plaza. Les cuento: la plaza está diseñada de forma tal que cada triángulo alberga a uno de los personajes. Así, está el triángulo Manolito, Felipe, Mafalda, Guille, Libertad, Miguelito y Susanita. Ya después veremos qué triángulo le corresponde a cada quien....
Y en cuanto a la pregunta de Víctor: la única forma de sustraer una botella de whisky sin que el encargado del negocio lo advierta y no pierda la vida en ello, es teniendo un forajido compinche. En este caso, yo sugeriría que dicho aliado se desempeñase como personal de reposición interna, o bien puede ser el chofer del camión proveedor. Dos cabezas piensan mejor que una, como ya se ha dicho (¿se dijo eso? en estos comentarios. Y en cuanto al queso, como era de origen francés, venía en tamaño chiquitico, bastente ridículo por cierto, de modo que el bolsillo de los pantalones baggie de la época bastaba.

Anónimo dijo...

¡Qué barbaridad! Ya no hay valores (quedan como dos o tres).

Como ya se me hace difícil ponerme al día, solo un par de cosas: jamás sabréis de mi boca el secreto para extraer libros (a veces bolsas de arroz en tiempos en que era menester) en las medias; conde Villamediana, aún espero que lleguen esos libros, ojalá con lso sellos postales en sulugar, no vaya yo a sospechar que fueorn enviados en forma de avioncitos.

Algo más: voto por Mafalda y porque Natasha nos dé su respuesta.

Saludos, amigas y amigos de pillaje, whiskey y comics.

Carolina dijo...

Todos son testigos de la confesión de Asterión. Confiesa, el susodicho, que extraía bolsas de arroz en tiempos menesterosos. Es decir, que es un arrocero, que en lenguaje venezolano significa: entrar a una fiesta sin ser invitado. Así, como hizo Víctor en la fiesta de Gustavo (porque, aquí entre nos, nadie invitó a Víctor, él llegó solo).

Natasha Tiniacos dijo...

Carolina, disculpa que retome la madeja que me devolvieron.

Víctor,

Usted no sabe a quién le dijo "neófita", míster. Una no puede revelarlo todo, hay que dejar algo para el misterio de las causas nobles.

Víctor Azuaje dijo...

Como ya no sé dónde público los comentarios, repito este reclamo:

Gustavo, el de Asterión, coincido con Carolina (¿o con Luis? ¿o el otro Gustavo? ¿o será con Natasha?), te encuentras en la obligación de revelar el secreto o inventarlo (que para el caso es lo mismo): o nos dices cómo sacaste a Corominas o te degrado en mi panteón (no pantalón, léase bien) y reinstaló a Luis —el impresor ahora encompinchado con la cara de yo no fui— en el trono para dejarte a su derecha (sólo déjame saber cualquier preferencia política y te pasó a la izquierda), y quién sabe si no te dejó de simple monaguillo, que ya hasta Natasha nos salió émula del Fantomas de Maracaibo. No la elevo más alto porque soltó nombres, aunque yo no reconozca ni sepa qué hacen los continentes en esta conversación.

Carolina dijo...

Tranquilos, entren sin pedir permiso, que esto ya se volvió vecindad o el salón del Bar “El Tufo”, es que esto me pasa a mí por escribir sobre personajes “rotos”.
Víctor, Natasha no reveló nombres, lo que ella quiso decir es que cometía esas fechorías en librerías de la Europa del Este, eso es todo. Como ella ya salió en defensa del género, yo no podía quedarme atrás.
Lo de Asterión no tiene nombre, antes venía y se instalaba, ahora dice que ya no tiene casi tiempo para comentar (que se le pone difícil). No hay excusas. Me uno al clamor popular y a la asamblea que se instaló en el patio de esta vecindad: Habla Gustavo o te mandamos para la esquina de la plaza. La esquina de Susanita y así te quedas con ella de una buena vez. Y si insistes en tu mutismo, te sentamos al lado de Manolito, para que te reclame por las bolsas de arroz que le sacaste de su tienda.

Luis Moreno Villamediana dijo...

Ya hasta me da pena comentar. La gente de otros lados pensará que uno se la pasa pegado a una computadora, como Víctor. Pues sí, uno se la pasa pegado a una computadora después de haber sido removido de su empleo de manera humillante. Ya no trabajo más en ese supermercado chino, compañeros (o secuaces): me pillaron “guardando” una bolsa de arroz que pensaba regalarle a Gustavo Asterión. La susodicha bolsa tenía código de barras pero eso no me detuvo, como hizo con la eurocéntrica Natasha en otras eras que ahora quiere camuflar apelando a unos tales “misterios”, como el propio Gustavo el tico en relación con su Corominas. No me dio tiempo de tragarme todos los granos. Lástima que no pude contar con un pana en el departamento de reposición, como aconsejó Gustavo el cuatrero, eso hubiera hecho de mi labor algo más sencillo. La próxima vez será… Mientras tanto, roguemos porque la moda de los pantalones baggie vuelva pronto: ahí caben no sólo los quesitos franceses, sino hasta las mismísimas obras completas de Marcial Lafuente Estefanía, otro favorito de Azuaje en su etapa cabimense (hasta latín suena).

Ya que conté los últimos acontecimientos de mi desdichada vida presente, les pido a los esotéricos que nos revelen la verdad detrás de su pasada existencia hamponil. No quiero seguir siendo el ídolo del ramossucreano, necesito reemplazo, ¡es demasiada obligación!

Víctor Azuaje dijo...

Dejo constancia de que aquí en el noreste hay una tormenta de nieve desde ayer. La universidad está cerrada, pero yo estoy fielmente en mi oficina. No como cierto dependiente despedido por arrocero, cualquiera sea el sentido de esa frase.

Luis Moreno Villamediana dijo...

Uy su madre, Víctor está solo en una oficina de una universidad cerrada. Habrá que leer mañana la versión del periódico local en relación con “la misteriosa desaparición” de las botellas de agua mineral del despacho del rector (porque Víctor es abstemio, secuaces) y de las revistas censuradas que en la biblioteca, según él mismo me contó, se guardan bajo el número 800 en los depósitos de un sótano. Yo, mientras tanto, a ver si me dan trabajo de maicero, cualesquiera que sean sus obligaciones.

Anónimo dijo...

A ver, a ver, que yo no dije que no tuviera tiempo. Mi trabajo, frente a una computadora, me deja todo el tiempo del mundo, excepto cuando el director viene con esas raras manías de que hay que hacer esto o aquello, o entregar un trabajo y hacer cosas y no sé que otros inventos, como si a uno lo hubieran contratado para eso.

Bueno, simplemente que fui a dar una vuelta, un rato de esparcimeinto lejos de estas malas inflencias (aparte de lenguas viperinas)y al regresar me encuentro semejante desorden, que ya no supe más quién era quien, quién decía quién, por qué lo decía, cuáles eran sus motivos, cuáles son deseos... y "yo ya no soy yo/ ni mi casa es ya mi casa"... así las cosas, ni modo...

Nota: La Casa de Asterión sigue siendo la casa, aunque esté en investigaciones por faltas a la moral desde la última fiesta que se montaron unos cuantos.

Carolina dijo...

Gustavo, Asterión, busca excusas y salidas entre un montón de arroz y no termina de contar su experiencia con Corominas. Le sale tribunal disciplinario.

Lluís Salvador dijo...

Hola. Estaba la puerta abierta, y he entrado...
A ver, a ver, Gustavo Asterión: semejante gesta (y desfachatez) no puede quedar sin explicación. Como librero que soy (bueno, he sido, de modo que se libran del arresto por los pelos) te exijo que expliques la sustracción del Corominas (supongo que sería el de un volumen, llevarse los cinco en las medias ya no es gesta, sino, ejem, ejem, fantasmada) aunque sea como lo hacían los griegos tiempo atrás. De hecho, preferiría que lo contaras como lo hacían los griegos tiempo atrás.
¡Ah, Carolina! ¿estabas aquí! Con tanta gente, no te había visto...
Bueno, aquí en España, Condorito nos llegó muy de pasada, y muy esporádicamente, de modo que no llegó a ser popular, pero se recuerda. Lo que pasa es que nosotros teníamos nuestra cantera de dibujantes y personajes: "Mortadelo y Filemón, agencia de información", "Zipi y Zape", "Carpanta", "Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte", etc.
Pero me ha gustado mucho el post.
Saludos!

Anónimo dijo...

Compañeros secuaces o compinches:

Y ahora que Lluis el librero nos diga dónde trabaja, para ver si Gustavo Asterión, Natasha o Luis y la cómplice con cara de mosquita muerta pero que dice que es de gente decente nomás, pueden ejecutar una de las suyas como el héroe epónimo del grupo: previniendo a la víctima.

Y Gustavo que ahora nos cuente el asunto a lo homérico. Sugiero comenzar con "¡Oh diosa! Canto a la cólera del librero...", y así de paseo le brinda homenaje a Lluis, no a Luis el Odiseo.

Luis Moreno Villamediana dijo...

No hay problema, Víctor, las posibilidades de ejercer nuestro oficio en una librería barcelonesa son limitadas, por ahora. Ya habrá tiempo de sacarle a Lluís toda la información necesaria para que nuestra pasantía por allá transcurra sin desenlaces adversos.

Gracias a Lluís, recordé mi experiencia con Zipi y Zape, cuyos libritos, cuadrados y algo chatos, traían el placer doble de unas imágenes incrustadas en una esquina superior; al pasar rápido las páginas teníamos una versión primitiva, pero igual de satisfactoria, de una película. Libros-moviola, en fin.

Y a Asterión, otra advertencia: ya las citaciones han sido enviadas varias veces, esa negativa a comparecer ante el tribunal disciplinario se está volviendo flagrante desacato. A cantar, oh pélida Gustavo, que los pies ligeros te lleven, por asociación de ideas, a las medias de fútbol y de allí al Corominas.

Anónimo dijo...

Preludio:

¿Ddónde se metió fantasmika? ¿Es famiia de Fantomas?

Andante molto descarado:

Debo aclarar, para todos vuestros ilustres oídos, que los libros que prometiera tiempo ha el conde de Villamediana, a su destino feliz han llegado; por tanto, declaro la nombradia del conde... (con copia y disculpa a los empelados de correos por tanto agravio infundado).

Allegro con fuoco:

Podéis gritar todo lo que gustéis, pero nada os diré de mi secreto. Si es de vuestro agrado y os complace, arremeted contra mi pobre cuerpo, que por tan breve tiempo Dios me ha prestado, pero Corominas entre medias sería mío sin reparo.

Coda:

Nanananananana, nananana, hey Jude...

Anónimo dijo...

Ya fui al blog de Víctor a rendir cuentas, pero como aquí también han conspirado en mi contra, me veo en la penosa necesidad de importunar los con mi relato.

... creo que ustedes ganan. Ciertamente ya no pretendo recuperar lo que una vez fue mío, ese trono del malevaje, pero al menos muestren un poco de magninimidad. Además, tampoco sería sano ni prudente que deje a sus mentes la imaginación de hipótesis y demás artificos sobre el modo en que logré salir con un Corominas entre las medias.

Aquí va el relato, aunque creo sinceramente que finalmente no hará más que defraudarlos, com cualquier truco.

Tenía bastante tiemo de planear el hurto, pero más aún me tomó realizarlo. Primero, me aseguré de ubicar la obra en cuestión diferentes librerías, y para mayor seguridad, logré que un par más la adquirieran sin compromiso. Después de eso, todo era cuestión de tiempo, perseverancia, paciencia, templanza y demás virtudes.

El truco, sencillo en cuestión, requería una dosis de cuidado. La idea era ir etimología por etimología, una por una, cada día. Con destreza practiqué durante meses en casa el arte de rebanar hojas y deshojar libros. Debo decir que hube de realizar sacrificos acordes con la empresa. Por ejemplo. "A la búsqueda del tiempo perdido" y "El hombre sin atributos" fueron los conejillos de indias. Cortaba palabras, medias hojas, hojas enteras, cuartos, a veces hasta letras sueltas. Y así, cuando me sentí preparado para acometer semejante logro... empecé.

Iba a las librerías, como si nada, con gorra, con lentes, hasta pelucas y otros postizos llegué a usar; daba una vuelta, echaba un vistazo, hablaba despreocpadamente con los dependientes, y me escurria entre estantes y empezaba mi labor.

La idea era no ir todos los días a la misma librería, bajo riesgo de ser descubierto, sobre decir. A veces lograba llevarvarias hojas, a veces solo media etimología. También, se trataba de no deshojar por completo un volumen, para no dejar evidencias. Por lo demás, a los libreros los tiene sin cuidado Corominas, así que a veces metía hojas blancas para hacer bulto y que no se notara nada.

Pasaron seis años y medio. La crisis en el país aumentó, algunos libreros cerraron, otros se dedicaron al feng shui y los más a lo que usualmente vende una librería grande: libros de recetas y volúmenes carísimos de penes de editorial Tachen.

Y así, a pesar del desgaste, de la pérdida de un perico y el abandono de dos parejas, hartas con lo que llamaban "obsesión", di por terminada mi tarea fuera de casa.

Ahora vendría el timepo de la cosecha, pegar nuevamente todas las piezas. Era problémático, porque una de mis ex (o el perico, ahora no sé cuál) las desordenó en venganza. Pero bueno, yo ya estaba hecho a la paciencia. Dos años depsués, y varios litros de goma, vi coronada mi hazaña.

Luego de eso, me fui a una fotocopiadora experta en clones, y con cuidado fotocopié todo el material, en hojas nuevas y relucientes, le hice un empaste duro y ahora vendo "Diccinarios de Etimologías" a la salida de la escuela de Filología. Los postizos aún me sirven. No vaya a ser que un profesor me reconozca y piense que he mlagastado mi vida y mis estudios.

Carolina dijo...

Creo que el Asterión contó una versión digna, no quedando tan mal parado. Antes de que el acusado firmara su confesión (cargada de ficción e histrionismo) pensaba ponerme a hacer la tarea sugerida por Víctor. Mi hipótesis me hacía pensar en un pendrive. Menos mal que Asterión inventó una buena historia, aunque al hacerlo se doblegó como James Cagney al final de “Ángeles con caras sucias”.
Por otro lado, no contábamos con la astucia de Lluís, el librero. Él estaba calladito oyendo todas sus delaciones. Ahora Lluís sabe parte de los trucos empleados por, ustedes, truhanes de librerías. Y todo por, soplones.
Como aquí nadie se queda sin tarea, me parece que Lluís debería escribir sobre “Mortadelo y Filemón”, historietas que he leído muy poco. ¿Te animas, querido librero infiltrado?
En cuanto al parentesco entre Fastamika y Fantomas, desconozco cualquier tipo de información al respecto.
Y cumpliendo la sugerida orden de Gustavo el cuatrero, el ex novio de Verónica y Betty, voy a ponerme a trabajar. Tal vez escriba algo sobre James Cagney.
Saludos y gracias a todos por sus visitas. Ahora, ¿quién me ayuda a limpiar el desastre? :(

Lluís Salvador dijo...

Ya te ayudo yo, porque el desastre es de marca (mayor).
¿Quieres decir que escriba un post en los errantes sobre Mortadelo y Filemón?
Mmmm....
Bueno, hecho. Hay un par de cosillas a decir sobre estos personajes que el 2008 cumplieron 50 años.
Pero no aseguro cuándo.
Y he sido librero, pero ya no lo soy, de modo que mis ánimos contra los rateros de librería (¿especie emparentada con los ratones de biblioteca, quizás?) están algo apaciguados.
De todas maneras, a los rateros lectores les teníamos algo entre la simpatía y la conmiseración. El mejor fue el de un señor que se llevaba una novela escondida en el cochecito del niño, que conducía su esposa (¿a quien íbamos a denunciar? ¿al bebé? ¿a la madre? a la institución familiar?). A quienes odiábamos eran a los ladrones al por mayor. Esos sólo saben leer las cifras en los billetes de banco.
Un saludo!

Carolina dijo...

Lluís, gracias por tu colaboración tan desprendida. El resto viene, trae wisky adulterado, prende la fiesta, hacen desastres y se van como si nada.
Está muy buena tu anécdota con el señor del bebé y del cochechito. Ese pudo haber sido Víctor cuando se estrenaba de papá, o tal vez Gustavo Valle, no sé.
Creo que tal como sugieres los ratones de biblioteca son primos hermanos de los rateros de librería, es decir, familia de Luis y Víctor. Todo queda en familia.

Gustavo Valle dijo...

Hay un a película de Tod Browning en que, para robar joyas en la casa de unos ricachones, un enano siniestro se disfraza de bebé y se mete en un cochecito que empuja una tierna abuela.

Carolina dijo...

Ese debe ser un bebé con hábitos alimenticios especiales.