A Gabriel y Jairo,
por el reciclaje.
Cuando conocí a Pluto él ya había tocado fondo. Vivía en la calle, se peleaba con otros perros las sobras de comida entre la basura, y apestaba a maldición bíblica. En ese entonces yo acababa de ser despedida de mi empleo en una agencia de seguros, y me había ido caminando hasta un parque, para pensar en mi nueva situación. Fue en ese parque donde lo vi por primera vez. Acababa de perder un hueso del basurero, en disputa con otros perros más feroces y astutos. Como el amor, su desamparo y el mío se encontraron.
Al principio no fue simpático, al contrario, fue escandalosamente grosero cuando se dio cuenta de que lo estaba observando, con lástima y una resignada ternura. ¿Qué miras?, ¿quieres tomarle una foto a Disney? – me dijo con tono altanero mientras hacía un gesto soez sobre los que podrían ser sus cojones – pero todos sabemos que los peluches no tienen cojones, son asexuados.
Su desolación me ayudó a olvidar por un instante la mía. Le ofrecí mi paraguas. Ya saben, llovía a cántaros, el escenario perfecto para el más desnudo desamparo. Le ofrecí mi paraguas y un techo por esa noche. Incrédulo, aceptó. En el camino me contó que lo habían echado de su trabajo en Disneyworld por sus problemas con el alcohol y la pedofilia. También me confió que la última perra con la que vivió lo abandonó por otro perro.
Me dolió su dolor. Yo también estaba muy sola; mi última pareja me había dejado porque decidió operarse para convertirse en mujer, y aunque él/ella me quería y deseaba continuar conmigo, yo lesbiana no quería ser. Así que lo dejé irse.
Cuando llegamos a casa le pedí que se metiera en la lavadora, porque necesitaba un baño urgente. No hubo resistencia, lo ayudé a entrar, le puse detergente y suavizante y apreté el botón de lavado intenso. Su baño duró dos ciclos. El primero, de pata. El segundo, de cabeza. Una vez limpio y perfumado, nos dispusimos a comer y beber. Al rato encendimos el televisor, ¡Uf, qué mala idea! Fue un error la combinación vino tinto-canal Disney. Pluto se emborrachó y se puso bruto. Lloraba y maldecía al ver los clásicos programas de su antigua compañía empleadora. No paraba de insultar a la ratoncita del moño en la cabeza. Puta, le decía, eres una puta. En cuanto a su novio, el ratón, celebraba con sarcasmo su supuesta impotencia.
Los primeros días con Pluto fueron difíciles. Bebía todas las noches y dormía hasta tarde. En menos de una semana se bebió todas las botellas que encontró en la despensa. Y un día, al regresar a casa de mi diaria búsqueda de trabajo, el portugués del abasto me interceptó para contarme que mi huésped había ido por alcohol a su negocio, y lo puso todo a mi cuenta.
Enceguecida por la rabia llegué al apartamento, dispuesta a echarlo. Sin embargo, la imagen de un Pluto asomado en el balcón, con evidentes intenciones suicidas, me hizo desistir de mi radical decisión. Así que corrí al balcón, lo rescaté y llamé al doctor Belmonte. El diagnóstico psiquiátrico fue contundente y sin margen de error: Pluto es bipolar. Debía tenerle paciencia.
El tratamiento y la actitud de Pluto fueron intensos, ambos sufríamos mucho. Lo peor ocurrió ese día que lo encontré semiconsciente, tirado en el piso, con la tercera parte de su oreja derecha arrancada de un tajo. Al lado de Pluto estaba el pedazo de oreja, la navaja, y manchas de sangre blanca, coagulada en pelotitas no uniformes y otras excrecencias del cuerpo. Regadas en el piso reposaban revistas y fotografías de un Pluto más joven y rozagante, sonriendo al lado de Michael Jackson, de Macaulay Culkin, entre otros niños famosos.
Inmediatamente lo trasladé al hospital, junto a su pedazo de oreja. Pero ya era demasiado tarde, fue imposible salvarla. Mi Pluto ahora era un animal mutilado. Con dolor sequé mis lágrimas, usando su oreja rota y muerta. Este hecho tan lamentable ocurrió el mismo día que encontré empleo, como bailarina exótica en un bar hawaiano.
Pero no es todo es malo, la vida también tiene sus encantos. Durante su estadía en el hospital, Pluto se paseó por los pasillos de pediatría, y logró animar a los pequeños pacientes internados. Fue tan bueno su trabajo que una fundación infantil lo contrató para alegrar la vida de los niños del hospital. Poco a poco Pluto fue superando su adicción a la bebida. Y gracias a mi nuevo empleo encontré un marido enano, jorobado y muy rico. La vida es bella.
13 comentarios:
Ah, el relato de Pluto. Una muestra rotunda de que, contra vientos y mareas(huanas), al final el bien siempre triunfa y se escuchan las carcajadas de felices niños cancerosos. Un relato pedagógico, actual, y sobre todo, por encima de todo todo todito, urbano. Y solamente eso hace ya que valga la pena publicarlo, o darle un premiecillo.
¡Pluto ha vuelto!¡Larga vida al Rey!
Adorable tu sarcasmo, querido Gabriel, urbano-premiado.
Saludos de Pluto.
Si señor, el buen Pluto, el intenso Pluto ha sobrevivido una vez más gracias al amor y al acertado diagnóstico del psiquiatra. Me imagino al pobre peluche despechado con botella en mano y cantando las canciones de Disney. Para tirarse. Pero bueno, los accidentes de la vida tienen sus sentidos, que lo diga Pluto con su nueva misión y también la bailarina, bailarina con plata. La vida es mágica.
No sé cómo lograste sacarle partido a un peluche. Bueno, eso es obra del talento, yo solo hubiera sacado relleno, jeje.
Hice una analogía con Pluto, fue mi lectura y resultó bien.
Gracias
AD.
"La oreja de Pluto" o de cómo mofarse de la literatura nacional.
Saludos, pasaré más seguido por este lugar.
Mi hijo dice que Pluto y Tribilin son unos terribles estúpidos y yo le digo que la culpa la tiene Disney y su empresa devoradora de almas. El disney-chanel es un canal patético y debería de una vez por todas enseñar el otro lado de la fama.
Genial este relato del bipolar pluto.
saludos Carolina
Jairo:
El psiquiatra sabe lo que hace. A él no le gustan los sintagmas nominales. Él prefiere los bañadores…
Ahora Pluto está en recuperación y aprovechando los reales del esposo de la bailarina. Dentro de poco irá como un señor a Disney, a tirarle dinero en la cara.
Adela:
Es que el relleno de ese peluche ya estaba echado a perder con tanto vicio, así que tuve que inventarle una historia.
Gorgias:
¿Tú crees que yo tenga tan perversas intenciones?, ¿cómo reírme de algo tan exclusivo? ;)
Mario:
Espero que no suene pedófilo, o algo así, pero me gusta tu hijo. Y por cierto, ¿qué piensa de Barney?
Perdónenme niños amados del mundo, pero odio a Barney. Odio a Barney. Odio a Barney...
Reciban mis saludos y agradecimientos por sus cálidas visitas. Pluto también los saluda.
La púrpura esencia de Barney palidece ante la sangre azul de nuestro nunca bien ponderado Pluto. ¡Hay que ser muy Pluto para hacer lo que él es capaz de hacer!
Tod Browning por todo el cañón: sin duda la narradora es la mujer barbuda, el enano millonario es el productor del espectáculo, Pluto hace de hombre bala, el Dr. Belmonte es el malabarista, la modelo de la foto es la domadora y el fotógrafo no es otro que el samurai de los Andes.
Carolina, tu ingenio y creatividad no tienen límites, vaya que disfruté con esta historia ilustrada; creo que nunca voy a volver a ver a Pluto de la misma manera...
Por cierto, me gusta mucho el cambio de look.
¡Un abrazo!
Gabriel: vamos a estar claros, la sangre de Pluto ya debe ser transparente...
Gustavo: la imagen de un Belmonte malabarista es, simplemente, fascinante. Sobre todo si está recitando "Paso en falso". Y desde lo alto el Samurai esperando la caída ¿o no? para tomar la foto.
Andromeda: aquí no hay creatividad alguna, esto es un simple apegarse a los hechos y sus personajes. Pura crónica. El Pluto vino echaíto a perder...
En cuanto al look, como buena mujer, siempre me da por mover las cosas de vez en cuando.
Besos.
Tu Pluto, bipolar, debe ser un refugio... porque las mascotas eso son. Me gusta leerte, hace mucho que no pasaba por aquí y me agardó haber vuelto.
Un saludo desde un hermnao colombiano, quien tiene otro "pequeño emoperador"
Gracias, Francisco, por acá siempre serás bienvenido. Pluto no muerde, él es pura bulla.
Saludos :)
Publicar un comentario