viernes, 24 de diciembre de 2010

Moras, cosecha 2011


Mis queridos, nos sale subir la cuesta; aunque desde arriba tiren piedras. Nos vemos en 2011; es decir, la otra semana. A los de este lado del tejado nos toca lidiar con las moras de la amargura. Habrá que fajarse.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Reventados, jodidos. También humillados


Los fantasmas existen, algunos usan botas y hacen venias militares. ¿Llegó la hora de la escritura en paréntesis? Santos polacos, ayúdenos.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Gente rara



Se subió a la cabeza; se creía piojo. Arrimó una silla a la oreja y se puso a escuchar las barbaridades que decían de él. Le lastimó que lo llamaran fundamentalista, y para desquitarse, se untó de cerumen en todo el cuerpo. Se prendió un fósforo. La madre sintió un pálpito, como de que algo andaba mal.

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Abrió una lata de sardinas y se introdujo en ella. Cupo completo. Adentro saludó a todas y les mostró su mano rota por la lata. Ninguna le hizo caso, tan pinches sardinas. Todas se amontonaron indiferentes. Murió de asfixia.
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El crimen ocurrió en la huerta de tomates. No hubo testigos. Nadie vio cuando el hombre se subió los pantalones y se cerró la cremallera con un ligero ruido. El cuerpo quedó ahí, solo, hediondo, puro excremento.
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Abrió la nevera y se ensañó contra él. Los gritos del queso acuchillado les rompieron los tímpanos a los tres huevos viejos que estaban en la puerta, y les partió el corazón a las alcachofas. No hubo remedio, el queso murió rebanado. La luz de la nevera se apagó de pronto.
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Le salió un brote de perejil en el codo, se ufanó de él. Era la primera vez que estaba realmente enamorada. Lo presentó a toda la familia, que de inmediato lo acogió como el miembro más joven y viril. Ella le sacó fotos, le compró pijamas (estampadas, con ovejitas). Le abrió una cuenta en Twitter, y no pudo resistir su muerte marchita y amarilla. Se arrancó el codo y lo enterró con él. Más tarde se metió un tiro en la sien; hizo un cálculo previo para que la bala no la matara. Lo único que quería lograr era quedarse convertida en vegetal, en su honor, en su recuerdo amoroso.

Ilustración: "Rolling Stone", Gabriel Sainz


viernes, 3 de diciembre de 2010

Suicidio pasional

Fue un asunto de ñoquis, nada tuvieron que ver los raviolis; así que son injustas las sospechas y acusaciones de la Comisaría de la Pasta. En realidad tampoco fue asunto de ñoquis, vamos a sincerarnos. Ellos, seguramente, no estaban al tanto del desequilibrio nervioso de la salsa blanca, ni de su hipersensibilidad ante el rechazo (ha sido tantas veces rechazada la pobre que no soportó más). Cuando a los ñoquis le propusieron: pesto o salsa blanca, ellos apostaron por el pesto. Sí, malditos homosexuales, se revuelcan con el primer italiano que se les atraviesa en el plato, espetó furibunda, entre borbotones, la salsa blanca mientras hervía en la olla. Y sin meditar el paso en falso que iba a dar, se arrojó sobre el procesador donde se licuaban los tomates para el gazpacho de la tarde.

Nadie lamentó su muerte, estúpida salsa blanca, ahora hecha un aguaje rojo.