martes, 6 de enero de 2009

Ich liebe dich


Hoy me encontré en la página de la BBC en español una nota que cuenta, con la brevedad característica de un medio periodístico, la aventura de tres niños alemanes que pretendían viajar rumbo a África para casarse bajo el sol. La nota completa la pueden leer en: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_7813000/7813642.stm.  Según los adultos, testigos de la frustrada aventura, los niños no llevaban dinero, ni boletos de viaje, pero sí: lentes de sol. Los pequeños sólo pudieron tomar el tranvía y llegar hasta la estación del tren. El siguiente paso sería  el aeropuerto. Esta historia de precoces trotamundos me recuerda la película de Theo Angelopoulos, Paisaje en la niebla (Topio stin omichli, 1988), filme que cuenta una historia semejante a la de los chicos alemanes, sólo que con una travesía mucho más larga y un final menos feliz.  Voula y Alexandros, los personajes principales del filme,  viajan hacia Alemania en búsqueda del padre. Un padre que no es más que una figura creada a partir de los escasos datos aportados por la madre. El padre de Alexandros y Voula es un hombre que no existe, así que hay que imaginarlo, inventarlo, tratar de cogerlo como una figura que se desvanece en la niebla. No en vano el pequeño Alexandros dice al principio de la película: “Anoche soñé con él, parecía más alto”. Y en esas cartas imaginarias que escribe en su cabeza, remite: “Querido padre, te escribo porque hemos decidido ir a verte. No te hemos visto nunca y te echamos en falta”.

Durante su viaje, los niños se toparán con el bien y el mal, con la ansiedad y la precariedad. Sabrán de la errancia de los viejos actores, tan característica del cine de este director griego. Los veremos en esas largas secuencias sobre caminos  grises y mares fríos, acompañados por el lirismo de los parlamentos escritos por Tonino Guerra: “Querido padre, ¿cómo hemos podido esperar tanto? Viajamos como hojas que se lleva el viento. ¡Qué mundo más extraño! Maletas, estaciones heladas, palabras y gestos que no se entienden. Y la noche, que nos da miedo. Pero estamos contentos. Avanzamos”.

Ambas historias, que curiosamente coinciden en un punto geográfico: Alemania, son hermosas y tiernas.  La primera, real y cautivadora, los pasos de unos niños que buscan consolidar su  amor en una lejana África, en una boda cálida, alejada del frío del norte alemán. La segunda, fílmica, poética, amarga pero esperanzadora, va tras los pasos de un padre que desaparece con sus pies hechos de niebla.  


6 comentarios:

Alexánder Obando dijo...

Tu comentario, Carolina, provoca gran deseo de conocer el filme griego. La nostalgia, el frío, la ausencia, parecen cubrirlo todo.

Soy muy receptivo a tu comentario quizás porque viví una historia no demasiado distinta. Mis padres se separaron el día en que yo nací, por lo que no conocí a mi padre sino hasta 18 años más tarde.

Me pasé toda la infancia imaginando cómo sería.

Gracias por tu bello post.

Carolina dijo...

Pues sí, Alexánder, la de "Paisaje en la niebla" es una historia de una búsqueda vital. Y por lo que cuentas, hay semejanzas en tu historia personal. Ante la ausencia y la carencia hay que recrear un mundo propio; personal y discreto.
En cuanto a este filme de Angelopoulos, hay que verlo. A éste y a "La mirada de Ulises", película mucho más cruda, en la que un Ulises moderno llega al corazón de la guerra en Los Balcanes.

Anónimo dijo...

Tanto la aventura de estos niños, como la película descrita, son sumamente bellas y tiernas.

Esa imagen final, "un padre que desparece con sus pies hechos de niebla", es hermosa.

Hablando de filmes, me hizo pensar en el camino que recorre un soldado (sí, ya crecidito) cuando, por heroismo en batalla, recibe licencia del ejército para visitar a su madre... y bueno... ya sabemos lo que pasa luego...

Un abrazo.

Carolina dijo...

Hablando de cosas hermosas, entren a este link: http://kinephilos.blogspot.com/ y miren el video que colgaron en Kinephilos como regalo de cumpleaños

Sexo de perfil dijo...

Viajé por 87 días a Europa en el 2007, casi muero de inanición a mis 36 años.

Ahora me encantaría regresar aunque de ilegal a Europa y armarla sólo con lo del avión; haber cómo me va.

Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!! Sólo tengo ilusiones en la maleta.

Carolina dijo...

Suerte, señorita, mucha suerte.