Si quieren seguir averiguando vayan a Las Malas Juntas, ahí estamos.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Libertad Queen
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martes, 6 de diciembre de 2011
Razones de Luis, de por qué Luis

Filosofía perenne
¿qué sujeto eres, cómo sabes cuando eres el sujeto, que eres, qué sujeto te sientes, donde allí te sujetas, desde cuándo, si te agarras, sujeto, a tu historia
Y cómo la pronuncias, pones la boca cerca, la parte alta más pegada a la base, el labio con el labio, tan juntos que apenas se escucha
La historia del sujeto, que cae
Y cómo cae, cómo el sujeto cae, desde un avión, si cae desde un avión, en la llegada, como rodando cae, si cae, como un talud se cae, con maletas se baja, como cayendo de un avión, con prisa
El sujeto cayendo para contar su historia
Y en qué exacto lugar del destino se golpea, o en qué lugar del cráneo, o de la espalda, en el destino, siquiera momentáneo, donde no se es oriundo
And this shit es qué mierda en qué parte de esa historia qué cuentas, of what disaster is this shit the imminence,
en esto la inmanencia qué rol juega, cuál es el papel de la ñoña, la jeta, la confianza, en la historia que cuentas
con la letras minúsculas
de lo pequeño tuyo, sujeto qué sujeto
sujeto dónde sujeto cuál sujeto
el tema el objetivo la cascada
el inicio el lomo cruzado de heridas wounds en esa lengua
donde caes dónde caes?
Luis Moreno Villamediana
lunes, 14 de noviembre de 2011
Muchacho querido o te maté porque te pusiste cómico

Te cuento que es extraño recorrer la ciudad haciendo tanto ruido, si por mi fuera le pediría a los oficiales que apaguen la sirena, que ya está, que yo no me voy a escapar, que palabra de patrón, que tranquilos, que todo normal. Tanto ruido por alguien que se ha condenado a sí mismo. La humanidad siempre tan histriónica. Recuerdo los rostros, los gritos de la escena: todos parecían cantantes de ópera. Lamento haberte manchado la camisa nueva, creo que varios botones cedieron ante el forcejeo; suele pasar, siempre más de uno sale lastimado.
Tengo ganas de fumar, es raro porque yo no fumo, debe ser la ansiedad. Sí, eso es. Cuesta estar tan quieto, me gustaría hablar, y no es que no pueda hacerlo, los oficiales que me acompañan no me intimidan, de hecho fueron muy amables cuando me apresaron. Y no podía ser de otra manera, llevan al benefactor preferido de la ciudad, de esta ciudad tan conservadora. El camino es largo, sobre todo si el tráfico está trancado, podría hablar con ellos, pero de qué. ¿De qué se habla con un policía? ¿De Cuatro Crímenes, Cuatro Poderes? ¿Acaso de boxeo? Prefiero quedarme callado y que los custodios tengan la gentileza de no encender la radio. Mi abuelo siempre contaba que en época de guerra, él era el único del lugar que tenía radio y que al final de las tardes los vecinos de confianza se acercaban a escuchar los reportes bélicos. Oían en silencio, con los sombreros en las manos, como si estuvieran escuchando misa.
Hay mucho tráfico y hace calor, el calor te abrasaba las mejillas, querido muchacho. Los oficiales aceptaron apagar las sirenas, se los pedí de buena manera, no titubearon en obedecerme, tienen conciencia de subordinados. Hasta fantaseo con pedirles que me dejen en algún lugar. Deténganse, por favor, yo me quedo aquí. Y uno de ellos me quitaría las esposas, no sin decir: cómo usted ordene, señor. Y yo agradecería con mis mejores modales, me despediría con una fría indiferencia y caminaría un poco para tomar aire, con el garbo de quien es dueño de la situación. Seguramente los oficiales se irían pero no me abandonarían del todo, temerían por la seguridad del Don, del Jefe, del Señor, del Amo. Ellos me escoltarían hasta donde mis caprichos me llevaran.
Mis caprichos me llevaron hasta tu piel joven, incitante, hasta tu rostro cuya belleza sólo era superada por Björn Andrésen. Bastó ese rostro para producir el morbo, la indecencia y una insoportable adicción. ¿Para qué nos vamos a hacer los interesantes? Te sometiste al juego del mancebo en manos del hombre poderoso y complaciente. Una caballeriza es un romántico lugar para encontrarnos, dijiste esa mañana sin pudor alguno, lo dijiste con la altivez de quien se sabe dueño de la conquista. Ni siquiera bajaste los ojos, me miraste de frente, no te tembló nada. Ya me habías pillado espiándote en tus tareas cotidianas, en tus labores desgraciadamente heredadas; aunque en realidad, tú merecías pertenecer a otra clase, ni siquiera tu fenotipo era parte de los tuyos. ¿Acaso no eras una aparición? ¿No lo fuiste siempre?
Desde ese día en la caballeriza, fuiste moviéndote con la gracia de un divino sinvergüenza que sabe que su rostro y todo su cuerpo tienen al mundo a la altura de sus rodillas. Desde el principio intuí el peligro, pero acaso la intuición me detendría. Jamás. Me dejé llevar a tus rastras, querido muchacho mío.
El escándalo fue menguado ante el temor que produce el poder. Y tú, oh joven señorito divino, te fuiste vengando en nombre de todos los tuyos, generación tras generación sometida al amo, a mande mi señor. El guión es el mismo de siempre, señores, aquí no les traigo novedad alguna. Fue una dulce temporada en nuestro infierno. Habías nacido fuera de la casa del señor, a la que en honor a tu belleza, debiste pertenecer siempre. Te valiste de tu astucia y de ese inmisericorde rostro de deidad diabólicamente hermosa, para entrar a la casa y a las piernas del señor. Y jugaste al rol del mancebo, el papel que te tocaba. Lástima que fueras tan inculto para no saber de pactos, de tragedias. Y comenzaste a abusar de tu poder de mortal. Y este hombre curtido de antecedentes trágicos, sabía que te me escapabas de las manos. Y tanta soberbia heredada no se iba a doblegar completamente ante los berrinches de un joven fatalmente hermoso, mucho menos se iba a amilanar ante la burla, ante el postín de la muchacha que se estaba metiendo en cosas de hombres. Pobre desgraciada, espero hayas aprendido la lección.
Ah, muchacho querido, es una lástima haberte manchado la camisa de seda italiana. Ah, pobre muchacho mío.
Ilustración: Squeak Carnwath
sábado, 5 de noviembre de 2011
Una de la secta de los media lengua
viernes, 28 de octubre de 2011
El 13
viernes, 21 de octubre de 2011
Sentencia de arena

El dictador soñó que guiaba un ejército victorioso sobre una vastedad de enemigos invisibles. En combate interminable, los soldados enloquecidos de patria, se mataban entre sí. Él los vitoreaba por su feroz valentía. Entre gritos de sangre, el desierto hizo de los cuerpos agónicas figuras de arena. El viento las deshizo en meras partículas. La soledad del silencio apagó los gritos.
Al despertar, el gastado dictador vio cómo el reloj de arena colaba, grano a grano, cada soldado muerto. Frente a él, un juez lo sentenciaba a la prisión de sí mismo, encadenado a la eternidad del desierto.
martes, 4 de octubre de 2011
El señor cabeza de huevo

Odiaba al señor cabeza de huevo, conocido por todos como Humpty Dumpty. Alguna vez intentó rajarle la cabeza, pero Humpty había construido un muro alto y poderoso, desde donde su enemigo se veía a la distancia de un vulgar insecto rastrero. Del otro lado del muro, el señor cabeza de huevo se reunía con poderosos personajes que gustaban hacerle compañía, con el escondido deseo de que Humpty Dumpty construyera inalcanzables muros para ellos habitarlos.
Pronto, el mundo de Humpty Dumpty se rodeó de muros, nunca tan altos como el suyo, pero lo suficientemente elevados para no pisar el suelo, allá abajo, donde el odio se veía tan esmirriado, tan insignificante.
Humpty Dumpty había soñado con ser un Fabergé, pero el tiempo le hizo comprender su amarga condición mortal. El tiempo descompone la vida de un huevo, lo va pudriendo. El huevo oscuro, maloliente. Ahora él sabía que estaba empezando a heder, que estaba perdiendo ese brillo amarillo que, cual riqueza, conquistó a tantos. Adentro, el amarillo era casi fecal. Humpty Dumpty, te estás pudriendo, le gritaba desde abajo su viejo enemigo. Humpty Dumpty, baja del muro, el suelo te espera. A pesar del deseo del enemigo tan poca cosa, el cabeza de huevo no se dejó caer, él prefirió descomponerse, echarse a perder por dentro, hasta que un día su cuerpo no pudo más y reventó, todo él hecho pus, todo él pura mierda.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Mafio y Las Malas Juntas

Ya salió el volumen 10 de @lasmalasjuntas, pueden pasar cuando quieran. Invitan Mafio y sus mafiosos.
viernes, 2 de septiembre de 2011
En 140, apenas (II parte)

"Es que no la soporto, cada vez que la escucho siento que me taladra la cabeza". La caries refiriéndose a la fresa del odontólogo.
"Comprendo tu estrés, te toca fingir, aunque estés mal. A mí me toca decirle a todos: Me gusta". Conversación entre Like y Smiling Face.
Estaba ebria en el bar y miraba la nueva tecnología con amargura. Marcó una canción de La Lupe y dijo: Yo también fui moderna. La rockola.
"A veces me siento como un inútil, como un plato de segunda mesa. Muchas veces ni siquiera acuden a mí, me dejan de lado". El Plan B.
Harta de recibir tantos golpes, la pelota serruchó al bate. Nunca más, le dijo, mientras veía volar las astillas.
"No soporto más esta presión, estoy que reviento". El maíz de cotufa.
"Es talentoso y moderno, pero habla mucho, su perorata es cansona. No llegará lejos con esa actitud". El cine mudo cuando conoció al sonoro.
Debería salir, tomar un poco de aire, eso es saludable". El Doctor. "Preferiría no hacerlo". Gadafi. Reinterpretación de un clásico.
"Mi jefe me explota, trabajo horas extras, por eso no puedo dormir. El sueldo no me da ni para el alquiler, vivo en una caja". Cesare.
"¿Por qué será que últimamente nadie me visita? ¿Será que debo cambiar la decoración, abrir un poco las ventanas?" El Conde Orlock.
"Ay, sí, ahí está ella, guiando a los turistas. Se cree la gran estrella, la fulana Belén esa". Una estrellita anónima del montón.
¿Por qué siempre eres tú el del anillo, el de la vida social, y yo el de los mocos y oscuros orificios?” El meñique resentido al anular.
"Estoy tan enamorada, que por ti sería capaz de perder la cabeza". Una fan del verdugo.
"A mí sólo acuden los fracasados". Dios.
"No quiero entorpecer tu camino, ni ser una traba en tu vía, pero creo que estás llevando las cosas muy lejos". El riel al tren interestatal
"Aunque no lo creas, me siento un poco ahogado en este lugar. No sé, necesito aire". El pez inconforme.
"Las tetas de mi amigos son testículos para mí". El hipócrita.
Cuando el carnicero fue a pedir la mano de su amada, él mismo se encargó de cortar, con sumo cuidado, la presa suave y blanca.
"Chico, que no alces la voz. ¿Por qué siempre tienes que alzar la voz cuando estás frente al público?" El amigo de un micrófono inseguro.
“Soy bipolar, mi vida es un constante altibajo. He tratado de acabar con esto, de tirarme, pero siempre hay algo que me ataja". El ascensor.
Carolina Lozada en Ficciones para Twitter o la Rebelión de los Mamarrachos
Ilustración: Liliana Porter
lunes, 22 de agosto de 2011
Wiese

En el número 8 de Las Malas Juntas, pueden leer la traducción del cuento polaco "Wiese", de Zofia Nałkowska, hecha por Maja Zawierzeniec. Acá les dejo un adelanto:
"No me desagradaban los judíos. Como tampoco me desagrada la hormiga o el ratón.
Ella espera un momento para ver qué le digo a eso.
Está sentada con toda la pesadez de su cuerpo. Es grande y bastante gorda. Aún no se deshace de su gabán de campo con rayas grises y azul marinas. También el pelo lo tiene bien corto, como los hombres. Lleva gorra, igual de rayas grises y azul marinas.
Viene de visita. Está instalada en una silla blanda en una habitación de hotel. No pide nada, no necesita nada. Sobre todo, no necesita dinero. Y el que le dieron en la asistencia social lo quiere regalar, cuanto antes, a quienes más lo necesiten. Si no hay de otra, lo quiere dar para guardar. Tanto asco le da" (…)
viernes, 5 de agosto de 2011
Decur está en Malas Juntas

domingo, 31 de julio de 2011
La vida de los mismos
viernes, 22 de julio de 2011
El Equanil va por dentro
Renato:
A tu edad, la muerte no es un presentimiento sino una certeza, así que no fue una sorpresa el anuncio de tu partida el día después del solsticio de verano en esos países donde los hay, porque tú bien sabes que en el nuestro no sabemos de estaciones. Aquí llueve y escampa, nomás. El 22 de junio ocurrió: te fuiste, aunque tu retiro público ya había sido emprendido hacía tiempo. Hace años te retiraste a un lugar alejado, apartado del ruido de las autopistas. Nada idílico acompañaba tu aislamiento, sólo la enfermedad, la vejez, ese pesado equipaje de los mortales. Tal vez pensaste que a la muerte es mejor esperarla en silencio y preferiblemente a solas; quién sabe qué pensaste, siempre fuiste algo excéntrico... El resto de la despedida la pueden leer en el sexto de Las Malas Juntas
miércoles, 15 de junio de 2011
Otra vez Las Malas (sin Madrina)

lunes, 30 de mayo de 2011
Entre paisanos te veas

viernes, 13 de mayo de 2011
Todo por culpa de Lucifera

viernes, 6 de mayo de 2011
En 140, apenas

Meterse en una olla y esperar que se bañe María.
La vieja perdió la fe en dios y una noche echó veneno en la última cena. La rata que royó el cuadro no sospechó que ése sería su último plato.
El dictador se creyó vitalicio, hasta que una noche escuchó la angustiosa cercanía de la masa que se disponía a ponerle fin a su delirio.
Se insultaron. Ella le dijo arrastrado, él la acusó de ligera. Heridos, cada uno se fue. La mariposa voló, el caracol siguió el sendero.
Estaba harta de que muchos la usaran para resolver sus penas. Tomó una soga, la ató alrededor de su cuerpo amorfo, se lanzó al río. La roca.
"Sr., Ud. no tiene corazón", le dijo la clienta al carnicero que se había quedado sin carne ni vísceras para vender.
El ciempiés jamás pensó que sufriría semejante drama: la amputación de todos sus miembros, producto de la diabetes.
Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña. El balanceo dejó de escucharse cuando la araña degolló el cuello del paquidermo.
Muere dedo anular, producto de estrangulamiento. Se sospecha de anillo de compromiso.
Cavar un hueco y esperar que crezca. Tratarlo bonito para que nos espere en silencio, mientras se nos acorta la vida.
A ver, mosquito, la cosa es entre tú y yo. Aquí tienes la piel, blanda y sin afeitar. El reto es a sangre. Te espero con mi spray.
El enlazador sintió pena al notar que no tenía tuis propios. Buscó una soga en la red, se la puso al cuello. Le dio acortar. Pocos RT su fin
Un grano de arroz se mudó de la bolsa donde vivía, sufría de hacinamiento. Renunció a su nacionalidad china. Murió solo, en un plato de dieta.
miércoles, 13 de abril de 2011
lunes, 7 de marzo de 2011
500 ejemplares: La mudanza

500 ejemplares: La mudanza: "Queridos lectores y amigos: Nos mudamos de dominio. Ahora estaremos en la siguiente dirección: http://500ejemplares.wordpress.com/. La nu..."
viernes, 4 de marzo de 2011
En Maracaibo también hay fantasmas
miércoles, 23 de febrero de 2011
Amor tóxico

Llevas horas acostado en posición fetal. Son las once de la noche y yo te miro, sentada en el sofá. Es mejor que te levantes del piso, esa alfombra está sucia y huele mal. Levántate, ya te preparé algo de comer. También hay tragos, si es lo que quieres. Sí, sé que te he dejado solo durante mucho tiempo, pero ahora he venido a cuidarte. No me estoy justificando, reconozco que no acudí a tu llamado, que gritabas auxilio y yo pasaba de largo, ocupada en mi indiferencia. Y tú afuera, mojándote mientras llovía. Debí tomar un paraguas y acudir a tu desamparo, abrazarte y secar el dolor que te cubría la piel. Claro, todo eso fue ayer, hoy es otro día. Y tú, durante todo ese tiempo caminando sobre la cuerda floja, haciendo las acrobacias de un loco. Las puertas, las ventanas y los corazones cerrados. Nadie estaba dispuesto a escucharte, a oír tus lamentables parlamentos de loco, adicto y suicida. Te asomabas a las puertas y tocabas, buscando que alguien te abriera y aguantara tus descargas y frustraciones. Llegabas a las mesas de los bares y los presentes se levantaban para despedirse abruptamente, ante tus dosis de odio y vicio. Nadie te necesitaba y tú nos necesitabas a todos. Afuera no había nada, ni siquiera el viento. Sólo señales de tránsito, silencios de palabras, soledades escondidas detrás de los vidrios cerrados de los automóviles, y el bullicio y los olores de las calles, lo de siempre. Y así te fuiste alejando poco a poco de la realidad, entre botellas y muchas jeringas, entre la dosis preparada que se calentaba sobre una lumbre amarilla. Entonces ya nada importaba, ni la familia que nunca existió, ni los amigos que no eran amigos, ni el sexo que ya no era tan bueno como la dosis intravenosa. Un orgasmo repotenciado a la enésima potencia, un orgasmo sin coito. Sólo tú y la jeringa. Una fina aguja que se clavaba sobre la piel rota y morada de tus brazos cada día más desmejorados. Entonces ya nada existía. Entonces todo era tú y la santísima madre de Dios que se introducía por las venas rojas y azules. Ella, tú, sus orgasmos. Pero el amor, hasta el más placentero, se acaba.
Y ahí estás, dormido en posición fetal, buscando nacer de nuevo. Sin responder al llamado que te hago. Estás frío, loco, flaco y pálido, con los brazos marcados por sus besos mortales. Y yo miserable, dejándote una vez más solo. Yéndome antes que lleguen los sonidos de emergencia de una ambulancia acostumbrada a cargar heridos y muertos en vida. Hago la llamada, doy un nombre falso, apago la luz, sólo dejo que un pedazo de luna llena ilumine tu rostro como un actor que se hace el muerto en mitad del escenario. Solo y muerto. Abro la puerta, me voy, no llevo pena.
Ilustración: Jean-Michel Basquiat
lunes, 21 de febrero de 2011
Te espero en Birosca

Te espero en Birosca
El señor Mejía
El señor Mejía lleva casi veinte años trabajando en el mismo kiosco en la esquina de la avenida 2 con calle 24. Con la venta de periódicos, las golosinas y la lotería, ha logrado mantener a su familia. Rosario, su hija mayor, está por graduarse de bachiller con muy buenas notas. El señor Mejía está orgulloso y se lo cuenta a sus clientes.
Ligia Elena
Estudia cuarto año de odontología. Su madre le puso ese nombre por una telenovela que veía cuando era joven. Hoy Ligia Elena tiene su primera práctica odontológica en el hospital universitario. Está muy nerviosa y va a buscar a su amiga en la facultad para que la acompañe al cementerio a prenderle una vela a Machera, para salir bien librada de esta prueba. Cuando pasa por el kiosco que está cerca de su facultad, saluda al señor Mejía, a quien conoce desde que comenzó a estudiar en la universidad y a cuya hija le ha explicado nociones básicas de matemática de bachillerato. El señor Mejía la saluda y le dice que
Renzo
En realidad se llama Jesús Alberto, pero sus amigos le pusieron Renzo para darle abolengo italiano a sus transas mafiosas. Renzo trafica con drogas desde que era un muchachito. Al principio, los narcos lo usaban para hacerles llegar la droga a sus clientes. Con el tiempo y la bravura adolescente, Renzo comenzó su propio negocio, no sin antes haber pasado por enfrentamientos con sus antiguos jefes. Un balazo en el hombro y una pequeña marca en las costillas dan fe de su peregrinaje por el violento mundo hamponil. Sus amigos lo respetan, la gente le teme. Dicen que se ha salvado de la muerte porque siempre lleva unos escapularios rezados y una estampita de Machera en la cartera.
Hoy Renzo no tiene ganas de meterse en problemas. Quiere ir a bailar un rato en Birosca y ver si corre con suerte y logra ligar con alguna chica. Renzo no es apuesto, pero su aire temerario y ese modo de mirar con indiferencia lo hacen atractivo entre algunas muchachas raras de esta ciudad.
Katherine
Es la única hija de Libertad, una madre soltera que se vino a Mérida huyendo de los excesos caraqueños y se internó en el pueblo de El Valle, donde montó su propia tienda de artesanías y vino de mora. Katherine está enamorada de Renzo y nadie puede hacer nada para sacarle esa loca idea de la cabeza, ni siquiera la Nena, su mejor amiga, a quien hoy dejó hablando sola en mitad de la plaza Bolívar cuando vio pasar por la calle del frente a Renzo y a dos de sus secuaces. “Cuídate”, le dijo la Nena. “Tranquila”, respondió Katherine, y caminó rápidamente detrás de Renzo, quien al verla venir, avisado por sus compañeros, fingió no verla.
Renzo está aburrido de Katherine, así que se escabulló por el boulevard de los pintores y ella pasó de largo, sin lograr ver dónde se había metido, mientras Ligia Elena entraba en la facultad de odontología y los muchachos de ALUCINE fijaban en la cartelera del teatro César Rengifo la programación del mes de julio.
Rosario
Siempre ha sido buena estudiante, es el orgullo de su padre. Rosario esta noche va a celebrar su propia fiesta de graduación. Leo, su novio, la llamó y le dijo: nos vemos en Birosca, pero Rosario tiene un problema: a su padre no le gusta ese lugar. Él trabaja cerca del bar y dice que ve muchas cosas feas: droga y depravación, es de los que opinan que ese sitio deberían cerrarlo, que está corrompiendo a la juventud. Rosario no le hace caso a las consideraciones de su padre sobre Birosca. Muchas de sus amigas lo frecuentan y a ellas nunca les has pasado nada, más allá de unos besos con extraños. Rosario jamás ha podido ir porque es menor de edad y casi no la dejan salir de casa, pero eso está resuelto para esta noche. Hoy tiene derecho a celebrar y lo de la minoría de edad: se resuelve con el viejo truco de la cédula de una prima.
—Sí, Leo, nos vemos en Birosca.
Crónicas urbanas
“A Machera le gustan las velas azules”, eso lo sabe todo el mundo, le dice Maira a Ligia Elena cuando se detienen antes de entrar al cementerio a comprar la ofrenda al santo favorito de los estudiantes. “¿Y por qué le gustarán las velas azules?”, le pregunta Ligia Elena a su amiga. “No lo sé, será para alcanzar la luz”, responde Maira, y ambas jóvenes se meten en el cementerio. Las dos amigas pasan cerca de las tumbas de la dinastía de los Febres Cordero y los Picón Salas y apenas si saben quiénes fueron, pero todo el mundo en Mérida sabe quién fue Machera, y su tumba es la más visitada de ese viejo cementerio, cuyo arco de entrada tiene una inscripción en latín que nos recuerda lo precaria que es la vida: hodie mihi cras tibi; (hoy a mí, mañana a ti). ¡Recontrazas!
Cuando las mujeres llegaban, se cruzaron con dos hombres que iban saliendo del camposanto y que inmediatamente se subieron a una moto. “No tienen buen aspecto”, dijo Ligia Elena. Maira no le hizo caso al comentario, y las dos siguieron caminando. Los hombres de la moto dejaron atrás las calles aledañas al cementerio El Espejo y se dirigieron vía calle 19. Merodearon los sectores que bordean la plaza Bolívar; mientras uno de ellos esperaba en la moto, el otro se bajaba a inspeccionar los bares. “Buscan a alguien”, eso fue lo que pensó el señor Mejía cuando los vio en actitud sospechosa, y así se lo hizo saber a un cliente que compraba lotería. “Esos andan en algo raro, ya les conozco el estilito”, subrayó. El cliente se fue con su triple y permuta en el bolsillo. Suerte, le deseó el señor Mejía.
Katherine dio varias vueltas buscando a Renzo y no lo encontró. Con rabia y tristeza se sentó en el café del boulevard, el París Tropical. Antonio, el mesonero, le llevó una cerveza bien fría. En la mesa de al lado, una mujer escribía historias de la ciudad. Usaba gafas rojas y oscuras y unas botas de cuero que le llegaban casi hasta las rodillas. Katherine la observó con el típico gesto desdeñoso que asumen las mujeres cuando se miran. Pidió otra cerveza. Del otro lado de la mesa, la otra mujer tomaba café. Katherine se tomó la tercera cerveza, pagó y se levantó. La escritora la vio pasar a su lado. Caía la noche, hacía un poco de frío.
A Ligia Elena no le tembló la mano cuando le sacaba la muela a su primer paciente. A su lado tenía a la profesora que inspeccionaba toda la operación. Lo hizo bien, le dio gracias a Machera. Había que celebrar, eso fue lo que propuso Maira cuando la vio salir del consultorio con una sonrisa de triunfo. “Vamos a Birosca”, la invitó Maira después de abrazarla y felicitarla. “Está bien, me cambio de ropa y nos vemos en Birosca”.
Rosario estaba ansiosa, y aunque a su padre no le gustaba mucho la idea de que saliera con Leo, no se iba a oponer porque ella tenía una celebración bien merecida. Se puso el piercing que usaba a escondidas de la familia y se puso esos sostenes nuevos, que le levantaban el busto. Hoy vería a Leo.
En la noche, Renzo se apareció en Birosca con sus amigos. El vigilante no lo quería dejar entrar, pero uno de los guardaespaldas de Renzo le advirtió que no se metiera en problemas. Adentro, la música chocaba contra las paredes y ventanas y la gente se concentraba a bailar en mitad de la pista. Rosario se encontró con Leo, se dieron un beso en los labios y se abrazaron. Maira y Ligia Elena llegaron más tarde. Maira estaba decidida a confesarle a Ligia Elena que no le gustaban los hombres, pero que no se preocupara, que ella tampoco le gustaba, pero que sí le gustaban las mujeres.
Cuando Katherine se apareció por Birosca, ya venía de un recorrido por los bares cercanos. Había peinado el Alfredo, el Margarita, La Viuda, Om, El Hoyo del Queque y etc. Katherine se sentía despechada y la Nena no quiso acompañarla. Su amiga estaba cansada de escucharle las mismas historias. Al entrar a Birosca, Katherine vio a Renzo bailando en el centro del salón con un grupo de mujeres y hombres. Todos saltaban al ritmo de Café Tacuba. Katherine se metió en el medio de Renzo y una morena de cabello muy largo, un poco felina. Sin inmutarse por la presencia y apariencia de su contrincante, sonrío y se dirigió a Renzo: “sabía que me esperabas en Birosca”, y comenzó a bailar. Renzo no pudo evitar poner mala cara, la morena le gustaba; en cuanto a Katherine, simplemente estaba harto de ella. Katherine le hablaba y él no la oía, la música estaba muy alta y él tampoco tenía ganas de escuchar sus eternos reclamos, aunque en realidad ella le estaba contando que, en la tarde, cuando iba saliendo del Hoyo del Queque, uno de sus bares favoritos, unos motorizados casi la atropellan. Ella los maldijo y ellos se echaron a reír. Y ese tipo de abusos sí no los soporta ella, porque su madre, que se llama Libertad porque nació en el 58, precisamente en el año que derrocaron a Pérez Jiménez, le enseñó que hay que respetar los derechos de todo el mundo. Y esos tipos abusaron de su derecho peatonal. Katherine hablaba y los ojos de Renzo seguían persiguiendo a la morena que bailaba con otros hombres. De pronto, su teléfono celular sonó. Renzo tuvo que apartarse a los predios del baño para poder responder, y aprovechó la oportunidad para huir de Katherine, que a esas alturas ya estaba muy borracha. Del otro lado de la línea habló un supuesto cliente. Estaba con su chica y necesitaba droga.
Renzo no quiso interrumpir a sus compañeros que se estaban divirtiendo, así que salió solo a llevar el encargo. Detrás de él iba una pareja de enamorados; eran Rosario y Leo, que salían en busca de un hotel para tener sexo antes de medianoche, porque la muchacha tenía permiso hasta esa hora. El hombre y la pareja tomaron la avenida 2. Leo y Rosario se metieron en uno de esos hoteles baratos.
Afuera sintió en su espalda el sonido de una moto que disminuía la velocidad y se iba deteniendo. Lo llamaron: “Renzo, mi chica quiere acción”. Balazo sobre balazo, el previsible final de un muchacho dañado. Dejen el morbo, no les voy a contar detalles.
En la habitación, Rosario se quitaba sus sostenes nuevos frente a la mirada expectante de Leo. La música seguía a todo dar en Birosca. En voz alta, Maira le decía a Ligia Elena que tenía que confesarle algo. Ligia Elena le pedía que lo dejara para mañana, que esta noche se quería acostar con un tipo y que le gustaba el que bebía cerveza cerca de la barra. Después, le sugirió que el otro tipo que estaba con él se veía interesante, y le preguntó si no le atraía. Se fue de caza.
La música se escapaba por la ventana y Renzo se desangraba en la calle. Katherine había bebido demasiado. Despechada, se buscó un novio de una noche y terminó acostada en una residencia estudiantil, haciendo el amor en un cuarto compartido por varios estudiantes. Al otro día se levantaría y se iría a casa y llamaría a la Nena para comunicarle que esta vez sí dejaría a Renzo.
En casa de Rosario estaban preocupados por su hija, la madre trataba de calmar al señor Mejía: tranquilo, los jóvenes tienen derecho a divertirse. En la cama del hotel, Leo intentaba penetrar a Rosario, ella le pedía que se pusiera un preservativo, él le decía que lo había olvidado, que no se preocupara, que él la cuidaría. Ella aceptaba.
La ciudad y Renzo poco a poco se fueron quedando dormidos. Al otro día sería hallado el cadáver, la ciudadanía se sorprendería leyendo los titulares. El señor Mejía diría que quien anda en malos pasos no puede terminar bien. Maira esperaría una próxima oportunidad para confesar su homosexualidad. Ligia Elena se daría cuenta de que se había quedado enamorada del hombre de la barra. Katherine se volvería a emborrachar. Y en Birosca, el muchacho de limpieza lavaría con litros de agua y montones de jabón lo que quedaba de la noche.
Ilustración: Stu Mead