
lunes, 30 de mayo de 2011
Entre paisanos te veas

viernes, 13 de mayo de 2011
Todo por culpa de Lucifera

viernes, 6 de mayo de 2011
En 140, apenas

Meterse en una olla y esperar que se bañe María.
La vieja perdió la fe en dios y una noche echó veneno en la última cena. La rata que royó el cuadro no sospechó que ése sería su último plato.
El dictador se creyó vitalicio, hasta que una noche escuchó la angustiosa cercanía de la masa que se disponía a ponerle fin a su delirio.
Se insultaron. Ella le dijo arrastrado, él la acusó de ligera. Heridos, cada uno se fue. La mariposa voló, el caracol siguió el sendero.
Estaba harta de que muchos la usaran para resolver sus penas. Tomó una soga, la ató alrededor de su cuerpo amorfo, se lanzó al río. La roca.
"Sr., Ud. no tiene corazón", le dijo la clienta al carnicero que se había quedado sin carne ni vísceras para vender.
El ciempiés jamás pensó que sufriría semejante drama: la amputación de todos sus miembros, producto de la diabetes.
Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña. El balanceo dejó de escucharse cuando la araña degolló el cuello del paquidermo.
Muere dedo anular, producto de estrangulamiento. Se sospecha de anillo de compromiso.
Cavar un hueco y esperar que crezca. Tratarlo bonito para que nos espere en silencio, mientras se nos acorta la vida.
A ver, mosquito, la cosa es entre tú y yo. Aquí tienes la piel, blanda y sin afeitar. El reto es a sangre. Te espero con mi spray.
El enlazador sintió pena al notar que no tenía tuis propios. Buscó una soga en la red, se la puso al cuello. Le dio acortar. Pocos RT su fin
Un grano de arroz se mudó de la bolsa donde vivía, sufría de hacinamiento. Renunció a su nacionalidad china. Murió solo, en un plato de dieta.
miércoles, 13 de abril de 2011
lunes, 7 de marzo de 2011
500 ejemplares: La mudanza

500 ejemplares: La mudanza: "Queridos lectores y amigos: Nos mudamos de dominio. Ahora estaremos en la siguiente dirección: http://500ejemplares.wordpress.com/. La nu..."
viernes, 4 de marzo de 2011
En Maracaibo también hay fantasmas
miércoles, 23 de febrero de 2011
Amor tóxico

Llevas horas acostado en posición fetal. Son las once de la noche y yo te miro, sentada en el sofá. Es mejor que te levantes del piso, esa alfombra está sucia y huele mal. Levántate, ya te preparé algo de comer. También hay tragos, si es lo que quieres. Sí, sé que te he dejado solo durante mucho tiempo, pero ahora he venido a cuidarte. No me estoy justificando, reconozco que no acudí a tu llamado, que gritabas auxilio y yo pasaba de largo, ocupada en mi indiferencia. Y tú afuera, mojándote mientras llovía. Debí tomar un paraguas y acudir a tu desamparo, abrazarte y secar el dolor que te cubría la piel. Claro, todo eso fue ayer, hoy es otro día. Y tú, durante todo ese tiempo caminando sobre la cuerda floja, haciendo las acrobacias de un loco. Las puertas, las ventanas y los corazones cerrados. Nadie estaba dispuesto a escucharte, a oír tus lamentables parlamentos de loco, adicto y suicida. Te asomabas a las puertas y tocabas, buscando que alguien te abriera y aguantara tus descargas y frustraciones. Llegabas a las mesas de los bares y los presentes se levantaban para despedirse abruptamente, ante tus dosis de odio y vicio. Nadie te necesitaba y tú nos necesitabas a todos. Afuera no había nada, ni siquiera el viento. Sólo señales de tránsito, silencios de palabras, soledades escondidas detrás de los vidrios cerrados de los automóviles, y el bullicio y los olores de las calles, lo de siempre. Y así te fuiste alejando poco a poco de la realidad, entre botellas y muchas jeringas, entre la dosis preparada que se calentaba sobre una lumbre amarilla. Entonces ya nada importaba, ni la familia que nunca existió, ni los amigos que no eran amigos, ni el sexo que ya no era tan bueno como la dosis intravenosa. Un orgasmo repotenciado a la enésima potencia, un orgasmo sin coito. Sólo tú y la jeringa. Una fina aguja que se clavaba sobre la piel rota y morada de tus brazos cada día más desmejorados. Entonces ya nada existía. Entonces todo era tú y la santísima madre de Dios que se introducía por las venas rojas y azules. Ella, tú, sus orgasmos. Pero el amor, hasta el más placentero, se acaba.
Y ahí estás, dormido en posición fetal, buscando nacer de nuevo. Sin responder al llamado que te hago. Estás frío, loco, flaco y pálido, con los brazos marcados por sus besos mortales. Y yo miserable, dejándote una vez más solo. Yéndome antes que lleguen los sonidos de emergencia de una ambulancia acostumbrada a cargar heridos y muertos en vida. Hago la llamada, doy un nombre falso, apago la luz, sólo dejo que un pedazo de luna llena ilumine tu rostro como un actor que se hace el muerto en mitad del escenario. Solo y muerto. Abro la puerta, me voy, no llevo pena.
Ilustración: Jean-Michel Basquiat