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Si al menos pudiera levantarme y darle de comer a ese perro que se echa a mi lado y me mira con ternura. Si pudiera alcanzar las flores de la ventana para rociarles un poco de agua. Si el cerebro pudiera enviarle una señal a mi mano para que agarre el teléfono que está reventándose sobre la mesita de noche. Y el recibo de energía eléctrica que a mí no se me ocurrió cancelar a tiempo. Ahora, seguro, me la cortan. Y ese refrigerador que está tan repleto de hielo. ¿Por qué no le hice caso a mi madre cuando me recomendó comprar una nevera sin escarcha? La leche, ¿la compré de larga duración? No recuerdo. Qué poco precavida soy, Dios mío. Ni siquiera recuerdo si guardé el envase de leche dentro de la nevera o lo dejé afuera junto al resto de las compras. ¿Y ahora cómo hago para ir hasta la cocina y arreglar un poco las cosas? No, ahora ya no puedo. Tal vez mañana venga Cecilia y limpie el apartamento. Qué pena con ella, ojalá no encuentre el envase de leche a punto de estallar, porque eso suele suceder con los cartones de leche. Una vez consumida su fecha de duración se abomban como globos y la bebida se descompone en un sabor apestoso. Lo sé porque en más de una ocasión, por descuido, he tomado un sorbo de leche dañada. Llego, abro la nevera, tomo un trago sin fijarme en fechas de vencimiento ni pensar en cuántos días lleva ahí metida. Y bueno, a escupir el buche blanco y pastoso. ¿Pero qué digo? Cecilia no va a venir mañana. No va a venir porque yo la boté. Le hice un cheque y le pedí que no viniera más, qué bruta soy, ¿cómo pude hacer eso? ¿Cómo pude botar a Cecilia? Además, ella no tuvo la culpa. La taza se rompió porque se le cayó de las manos. Se rompió porque las cosas frágiles se rompen cuando se caen al piso. Te vas porque no te soporto, pero si yo no soporto a nadie. Y
Ahora van a llegar las moscas al apartamento. Qué asco ese mosquero, esas patitas sobre la carne. El ruido que hacen, insoportable. ¿Quién me manda a mí a no hacer bien las cosas?
No quise bañarme, pero igual abrí la ducha. Ya vendrán los vecinos del piso de abajo a quejarse por el bote de agua que se filtra en su techo. Ya vendrán a quejarse y a espiar, porque eso sí les gusta, averiguar. Bueno, a la esposa, la esposa es una entrometida. El marido no, él es un tipo tranquilo. Es un fisgón normal, como todos los hombres, lo he pillado mirándome el culo. Pero yo a la vecina la mantengo a raya, cada vez que viene a informarme sobre una junta de condominio le abro la puerta con las tetas al aire, a ver si así aprende y deja de molestarme. Y un día de estos, si viene con el marido, les abro la puerta completamente desnuda, pero ¿qué estoy diciendo? ahora ni siquiera puedo levantarme. Esto me pasa por perder el control.
A ver perrito, anda, avísale al conserje que suba al apartamento. Anda, no te quedes ahí mirándome como un idiota, ¿no ves que no me puedo mover? Anda, perrito, él sabrá qué hacer. Sí, ya sé que no le agrado al conserje, que a veces ni siquiera lo saludo y que en más de una ocasión he hecho comentarios xenófobos, pero bueno, ¿qué se le va a hacer?, yo no soy un sujeto sociable, por alguna razón vivo sola con un perro, ¿no? Además, yo no nací para caerle bien a todo el mundo. ¿Pero qué estoy haciendo? ¿Reflexionando y dándole explicaciones a un perro? ¿Adónde he llegado?
Tú, perrito, hazme caso. Sal y avísale a alguien que no me puedo mover. Espera, si te encuentras al vecino del piso de abajo, mucho mejor, a él le encantará verme desnuda en la cama. ¿Por qué nunca me acosté con ese tipo? Él me desea, yo lo sé. He visto cómo se fija en mis tetas cuando subimos en el ascensor y cómo me mira disimuladamente el trasero cuando paso a su lado. Me hubiese acostado con él para molestar a la imbécil de su mujer, pero ahora ya no puedo. Sin embargo, él podría venir y verme desnuda. Hay hombres que tienen perversiones y quién sabe, tal vez al verme desnuda y quietecita en la cama tenga una erección.
Y tú, ¿todavía sigues ahí?, perro incompetente, ¿por qué te recogí de la calle? Ya sé, fue tu mirada, tus ojos llenos de ternura. Claro, la eterna trampa canina. Esos ojos que la hacen a una sentirse culpable si no lo recoges y lo llevas contigo. Ahí estás, mirándome con la misma ternura de entonces. Anda, perrito, mira que son varios días y ya comenzaron a llegar las moscas. Huele feo, perrito, ¿te estás haciendo caca en la habitación? Anda, perrito, mira que la resaca es muy violenta. Fueron muchas pastillas y demasiado alcohol. Anda, perrito, avísale al vecino. A él le gustará verme quietecita y desnuda. Sólo espero que no le moleste el olor a carne descompuesta.
Ilustración: "Jeune fille à la mandoline", Balthus